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-93- toria manifiesta que no la han movido un ápice., La cátedra de San Pedro existe incólume. No puedo resistir al asombro que me causa un he~ cho tan prodigioso y me digo: Al crear Dios al Papa puso en el mundo un monumento sublime de su divinidad. Pues bien: esta obra asombrosa no me admira tanto como el sacramento de la confesión; porque para instituir el sacramento de la Penitencia se necesitaba hacer dos cosas. humanamente irrealizables como son: crear al confesor y crear al penitente. Las dos cosas fue– ron creadas, y las dos exísten dando ópimos fru– tos. Esto es más grande de lo que a simple vista parece. Con las palabras más categóricas y precisas confirió Jesucristo a los apóstoles y sus suceso– res en la serie de los tiempos, la facultad de per– donar o no perdonar los pecad°'s, imponiendo a toda alma bautizada la obligación de confe– sar sus faltas al sacerdote. Este altísimo ministe– rio se dignó ejercerlo nuestro Salvador, perdo 0 nando a infinidad de pecadores durante su pre– dicación, entre otros, al paralítico, a la mujer adúltera, a la Magdalena y al Buen Ladrón. Después de resucitado se aparece a los apósto– les y les dice con solemnidad divina: «La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió, asi yo también os envío». Dichas estas palabras,. sopló sobre ellos diciéndoles: «Recibid el Espíri– tu Santo. A los que perdonéis los pecadost

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