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-92- regeneren, les curen sus llagas, las sanen y den vida vigorosa y fuerte. Para eso vino el Pastor de las almas: «Utvitam habeant, et abundantius ha– beant.» Confiesen sus miserias, pero en la forma y manera prescritas por Jesucristo, cumpliendo así un precepto suyo, y verán el sin número de ventajas espirituales y materiales que obtienen. Veámoslo brevemente: I I Sobre la presión moral y las imperiosas ne– cesidades del alma y del corazón humano, fundó Jesucristo la confesión sacerdotal. Con razón dijo el célebre conde de Maistre: «No hay en la Religión Católica un sólo dogma, ni una sola ins– titución que no tenga sus raices en las más hon– das profundidades del alma humana.» (1) Con– fieso que hay pocas cosas en la Iglesia de Dios que me causen tan profundo respeto y admira– dón como el sacramento de la Penitencia. Un día dijo Jesucristo a un pobre pescador: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Igle– sia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» (2) Han pasado veinte siglos; el po– der, la ciencia, las pasiones de los hombres la han combatido con saña para derribarla, y la his- (1) Le Pape, Libr. m, cap. m. (2) Math. XVI. 18.

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