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Novena 53 en su última enfermedad, decía: Alabado sea Dios. Se cayó el jumento (así llamada a su cuerpo); ya no se levantará más. 4. 0 Desfalleciendo de ganas de morir para ir a Dios, decía: ¿Por qué, Criador y Salvador de esta mi alma, que e¡; toda vues– tra, por qué no os apresuráis a librarla de los lazos de la humanidé!,d y darla libre pa– sajé hacia el seno de, mi Principio? ... ¿Por cuál culpa mía queréis por más tiempo _te– nerme desterrado en los desiertos de est.e mundo, tan lleno de fieras infe:rnales que buscan perderme? Confieso que distraído aquí en la tierra. por los objetos terrenos, no os he dado todo entero mi corazón; pero sa– cadlo Vos prontamente· de la tierra, y mis afectos serán total y eternamente vuestros. ¡Ay, pobre de mí! Estoy ya en las puértas de, la soberana Jerusalén, y hasta ahora no se me franquea la entrada... Siento ya bri– llar en mi corazón la gracia, de mi Jesús, y con todo'. me veo obligado a suspirar aún por la gloria. Amado Redentor mío; por pie-– dad, apree,urad Vos mi tránsito in locum ta-

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