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Vida 33 herrnano estaba arrodillado ante el altar ma– yor, rodeado de una claridad celestial, ex– tático, pronunciando palabra·s temblorosas, a manera de débiles quejidos. De súbito, los resplandores misteriosos se hicieron más in- . tensos, _ y el Padre Lobo pudo ver, con pas– mo de sus ojos, que aparecía la Virgen San– tísima, y que, acercándose a Fray Félix, le entregaba el divino Niño para que lo aca– riciara. Esa es la escena que inmortalizó MuriHo. • * • Así, en una at_mósfera de silencio y hu– mildad, envuelto en trabajos y fervores, el bueno de Fray Félix fué haciéndose viejc, al mismo tiempo que su .alma tocaba los lin– des de la perfección. Un día se preparaba a emprender sus acostumbrados trabajos, cu.ando notó que su férrea energía le abandonaba. «El pobre ju– meilto ya no caminará más»-exclamó .pro– féticamente. En efecto, era el último capítu– lo de una vida larga y hermosa. No perdió el enfermo su inalterable buen _¡__ _
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