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32 ' S a n F é I i x d e C a n t a I i e i o La devoción de Fray Félix a la Virgen María es uno de los aspectos m~s notables y delicados de su figura espiritual, y lleva en sí la explicación de aquella· inalterable alegría que da a nuestro primer santo ca– puchino una aureola de simpatía y un ex– cepcional atractivo. Cuando .salía del convento, empezaba a rezar el rosario, y sólo lo interrumpía mo– mentáneamente para saludar o para pedir la limosna. Al encontrar en la calle alguna de las muchas imágenes de María que había por toda la ciudad, se le iban los ojos hacia su Reina, la saludaba cariñosamente y le so– lía decir: «Querida Madre, os recomiendo que º? acordéis de.l pobre Fray Félix; yo de– seo amaros como buen hijo; pero vos, como buena Madre, no apartéis de mí vuestra mano piadosa, porque soy como los niños pequeños que no pueden dar un paso sin la ayuda de su madre.» Un día, el célebre predicador capuchino Alfonso Lobo fué a la iglesia del convento para observar lo que hacía Fray Félix, de cuya, santidad deseaba cerciorarse. El santo
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