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:~o S a n F é I i x d e C a n t a I i e i o ingenua picardía: «En pago de lo · que me has hecho ganar con tu hermoso sombrero, te mando que bebas un trago de vino de esta botella, aquí, delante de todos». San Fe– lipe tomó la botella que le ofrecía su ami– go ... y se ganó tan buena cosecha de bur– las como Fray Félix. Los saludos que ambos solían dirigirse al encontrarse no eran muy conformes a la moda de ningún tiempo y a la buena corte– sía mundana; pero para ellos era cuanto ha– bía que pedir. Habían conversado muchas veces de la inefable dicha ~e los mártires que pueden ofrecer a Dios tan elocuentes pruebas de fe y de amor. «Yo-decía Fray Félix-sería el hombre más dichoso de la tierra, si pudiera morir quemado por el amor de Cristo». «Pues yo----"le respondía Felipe– pido todos los días al Señor que me conce– da ser ahorcado en su nombre». De estas conversaciones y deseos nacie– ron aquellos saludos que mutuamente se de– dicaban: «Buenos días, Fray Félix. ¡Ojalá te quemen por amor de tu Dios!» -«Salud, Fe~

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