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Vid a 29 amigo. Un grupo de curiosos comenzó a son– reír al ver al capuchino postrado en medio de la calle. Pero luego las sonrisas se tro– caron. en burlas y carcajadas cuando vieron que Felipe Neri se ·arrodillaba también. en– frente del humilde lego pidiéndole la mis- . ma gracia. Y comenzó entonces la más re– gocijada y de,sconcertante disputa sobre quién ~ra el más indigno de bendecir al otro. Un abrazo terminó la curiosísima contienda. Las burlas de los transeúntes no hicieron mella en. los dos santos: p:::ecisamente, eso era lo que. buscaban. Otro día topáronse los• dos en una calle•. San Felipe, que conocía muy bien el valor de Fray Félix y su deseo de desprecios, se quitó rápidamente su enorme sombrero ne– gro y se lo encasquetó a su amigo hasta las orejas, diciéndole al mismo· tiempo: « Vete a dar una vueltedta por la ciudad». Fray Fé– lix, ni corto ni perezoso, siguió su camino tranquilamente, provocándo a su paso, con tan grotesca -indumentaria, una clamorosa ex– plosión de regocijo. Al volver a donde le esperaba San Felipe, le dijo mirándole con

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