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Vida 27 cia o la nulidad de valer espiritual. La sim– plicidad de los· santos es sinónima del can– dor e ingenuidad de las almas perfectas, para las cuales el mundo y todas sus vani– dades «son como si no fueran»; la opinión de los hombres no cuenta para nada en las miras de los que practican esta altísima vil– tud; los desprecios y las burlas, lejos de ser aborrecibles, son fuente de ganancias y de méritos. Es la sublime simplicidad que ha.– cía exclamar a San Pablo: «Nos stulti prop– ter Christum». «Somos juzgados como estú– pidos por causa de Cristo» (I Cor. IV, 10). Uno de los ejemplares más acabados de esta santa simpliddad es nuestro San Félix. Para él nada valían los honores, nada las riquezas, nada la sabiduría mundana; por lo contrario, hay en su alma una especie de hambre nunca saciada de ultrajes, privacio– nes y dolores. Así se exp1ica aquel buscar en todas partes y ocasiones la humillación, aquella vida como de mendigo, llevando la clásica pobreza capuchina a límites i.nsosr:,e– chados, y aquella maravillosa «ciencia de la cruz» que él re3umía tan poéticamente en..

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