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Vida 25- dárselo al Papa, y éste le dijo: «No haga dis– tinción, hermanito; déme lo primero que sal– ga». Lo primero que salió fué un mendrugo que parecía un carbón por lo negro y por lo duro; y el santo limosnero no pudiendo reprimir una s~mrisc1 de ingenuidad, lo puso en las manos del Pontífice, añadiendo: «Ten– ga paciencia,. Santo, Padre; también vueslra. Santidad ha sido fraile». La caridad de Fray Félix no conocía lími– tes ni- distinciones. De su pobre limorna so– lía repartir entre· los pobres todo lo que la obediencia le permitía, y hasta los pajarillos del aire y los perros de la calle participaban con frecuencia del tesoro de sus, alforjas. Hubo en 1580 una fuerte epidemia en. Roma. Fray Félix pidió a Diós que le libra.e. · ra del azote, para poder .dedicarse en cuer– po y alma al cuidado de los enfermos. Su oración fué escuchada, y el santo anduvo muchos días visitando las casas y los hos,., pitales, socorriendo a. los níás necesitados,. inventando consuelos y remedios .con la in~ geniosa carjdad de una madre; y cuando los: · du_idados m·ateriales no bastaban, la oración.

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