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20 San· Félix de Cantalicio gen Madre al Niño Jesús. Es una escena en– .cantadora: Fray Félix está radiante de feli– cidad, y se dispone a estrechar contra su - pecho al divino Niño que comienza a jugar con las blanquísimas barbas de su viejo ami– go. En el suelo, cerca del santo, se ven las alforjas, el símbolo de su vida de limosne~o. A veces iba el humilde fraile pidiendo el pan para sus hermanos por entre apreta– das muchedumbres. Para abrirse paso _en, medio de aquel gentío, le bastaba el donai– re de su saludo: «Deo gratias ... ¡Paso al ju– mento de los Capuchinos!». Durante cerca de cuarenta años vió el pueblo de Roma pasar todos los días por sus ca.lles al pequeño Fray Félix, recogien– do en sus alforjas los mendrugos de pan y los manojillos de verduras que la caridad de los romanos le entregaba para el convento. Eso era lo <inico que pedía, y jamás admi– tió un solo maravedí. Un día iba pidiendo limosna, como de costumbré, cuando sintió de repente un cansancio abrumador y un peso incomportable en sus espaldas. Detú– vose para respirar un poco, y revisó aten-

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