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Vid a 17 blo para despedirse definitivamente. de to– dos. Lágrimas y reproches. El joven, de co– razón sensible, sintió flaquear sus fuerzas: pero se sobrepuso al inst_ante y emprendió el viaje gritando: «Adiós, adiós; ya. no me veréis sino vestido de capuchino». Era el año 1544 cuando Fray Félix em– pezó el noviciado, después de pasar unos meses de prueba en el convento de Antí– coli de Campania. Nuestro joven, que jamás conoció el des– aliento, tuvo que pasar terribles pruebas y estorbos que parecían inventados por el mis– mo Lucifer para impedir su vocación. Una fiebre pertinaz, un decaimiento de todas sus . energías, postraron al novicio en el duro jer– gón de su celda, y obligaron a sus superio– res a mandarle· al convento de Monte San Juan Campano, lugar elevado y alegre, don- .de corría un aii:e saludable. Fray Félix. comprendió muy pronto que su enfermedad era más bien una tentación solapada, y se propuso vencetla r&pidamen– te. Un día se levantó del lecho y decl9-rÓ al Padre Guardián que «ya no tenía nada».

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