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12 San Félix de Cantalício nejos, era una cueva de leones». Sólo la fa– milia de nuestro héroe era una excepción y un ejemplo que todos admiraban, pero que muy pocos deseaban imitar. La virtud del pequeño Félix fué más po– derosa que todas las resistencias, y consi– guió que los niños y jóvenes de su edad se dejaran arrastrar por el atractivo de una vida pura que irradiaba por todas partes el es– plendor de una intensa_ piedad. Los mucha– chos de Cantalicio veían en Félix un f utu– ro santo, y como a tal le reverenciaban . y le seguí'an. La infancia y juventud de San Félix se deslizaron apaciblemente, como uno de los innumerables arroyuelos de su tierra, hasta los treinta años, en medio de sus campos, sus bueyes y ovejas, y sus aperos de la– branza. Pocas letras, mucho trabajo y mucha oración. Las vidas austeras y extrañas de los an– tiguos Padres del yermo, sus ejemplos y pe– nitencias, fueron para él pan cotidiano y sa– broso que nutrió su alma y le hizo concebir parecidos deseos de santidad.

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