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-14- del Hijo de Dios en María y cor1tinuará su vida de obediencia y amor. Hay en está designación un favor especial digno de ser meditado con detenimiento. Maria es un templo, el más bello y más santo del uni– verso; Ella es el tabernáculo de Dios, el arca ·. de la Nueva Alianza, consagrada por la pre– sencia del Verbo encarnado. Solamente un sacerdote, ministro de las cosas santas, po– día recibir el encargo de velar este depósi– to precioso. La Virgen es, pues, en cierto modo, la diócesis de San Juan. Puede decir– se que para Ella, principalmente, fué enno– blecido con el carácter sacerdotal. Si ofrece el sacrificio de la Misa, es para que Ma– ría asista a él y aplique sus frutos a las almas; si consagra la Santa Víctima, es para devolver a María' el fruto bendito de sus en– trañas. Gracias al discípulo amado, la Madre de Dios posee en su oratorio a su querido Jesús debajo de las especies sacramentales. En una palabra: según la frase gráfica de M. Olier, San Juan es "el Capellán de María". Esto que vemos en el Evangelio se repro– duce hasta el _fin de los tiempos, pues los personajes del Calvario no han ido al pie de la cruz para desempeñar un papel pasajero, sino que deben vivir y perpetuarse en las

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