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lanza. Díselo de mi parte; que se enmiende y deje el rencor que tiene a su hermano y se reconcilie con él, y no doble mis injurias volviendo a ofrecer en el altar con tan mala disposición el sacrificio de mi pasión, hiriendo como con lanza mi corazón. Y a ti, Eugenio, te he querido mostrar de la manera que estuve en la cruz para que veas lo que padecí por los hombres y te compadezcas de mis dolores, y veas cómo los pecadores con las ofensas que me hacen cuanto es de su parte vuelven a renovar mi pasión; para que las sientas y te duelas y me niegues por ellos”. En otra no menos misteriosa visión se le apareció este mismo Señor. Habíase de celebrar Capítulo en esta Provincia, en que se había de hacer elección de nuevo Provincial. Temía la humildad del P. Eugenio aquella honra, como quien tan enemigo estaba con ellas; y no eran sus temores ni su presunción vana, habiendo sido tres veces su Comisario con tanta utilidad y satisfacción de toda ella. No hubo diligencia que no hiciese con Dios para que su Majestad divirtiese los ánimos de los electores de su persona; hizo que personas santas de dentro y fuera de la Orden le suplicasen lo mismo. La mañana del Capítulo lo procuró con más vivas instancias, y a este fin dijo misa aquel día; y estándola diciendo, habiendo ya consagrado la Hostia, vio que se le convirtió en las manos en un hermosísimo niño que traía sobre su hombro una cruz. Turbóse a su vista el P. Fr. Eugenio, y como el Niño Jesús no le hablase, le dijo: “Señor, no os entiendo” . Entonces le dijo Cristo: “¿Que no quieres, Eugenio, ayudarme a llevar la cruz? Pues la llevarás hasta el día de tu muerte”. Y quitándola de su hombro la puso sobre el del P. Eugenio, y desapareciendo la visión volvió la Hostia a su ser primero. Quedó el P. Eugenio deshecho en lágrimas, y bajando su cabeza rindió su voluntad a la divina, haciendo muchos actos de conformidad de la suya con ella para llevar la cruz del gobierno de la Provincia, confiado de su ayuda. Comprobóse la verdad del divino oráculo, pues aquella misma mañana todo el Capítulo, sin que faltase más que su voto, le eligió por su Provincial, y lo fue tres años, muriendo la víspera del Capítulo en que se había de elegir otro Provincial ." 7 Cumplióse la palabra de Cristo, de que había de llevar la El acontecimiento debió ocurrir, pues, en el convento de Valencia, el 25 de junio de 1610, lugar y fecha del IV Capítulo Provincial, en el que fue elegido Provincial el P. Eugenio de Oliva. Volvió a ser reelegido en los dos 97
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