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puerta. Una vez entre las demás, llevados de la misma devota curiosidad, para que no faltasen testigos de tanto favor, acechándole como a san Antonio de Padua su huésped, le vieron hablar y abrazarse con el Niño Jesús que se le había aparecido visible en forma de niño muy hermoso y resplandeciente, que le estaba haciendo muchas fiestas al P. Fr. Eugenio, y que le correspondía con las mismas, de que quedaron justamente admirados y con mayor veneración a la santidad del P. Fr. Eugenio, gozando de aquellas vistas y recíprocos amores hasta que el Niño desapareció. En nuestro convento de Játiva había una imagen por extremo hermosa de un Niño Jesús, hecha de masonería , 115 en que parece se excedió a sí misma el arte. Visitaba muchas veces esta imagen, siempre que pasaba por aquel convento, y regalándose tiernamente con ella con tantos afectos de amor, que solía quedar arrebatado en éxtasis, como lo vio una vez Fray Juan de Albaida, religioso nuestro, abrazado con el Niño y que le duró el rapto largo espacio. Y como en la imagen de Dios niño experimentaba tantos favores, y era la que más despertaba su devoción y amorosos afectos, siempre traía consigo en la manga una pequeña suya de masonería, sin apartarla de sí de día ni de noche, y poniéndola delante de sí en su celda, pasaba muchas horas de oración regalándose su espíritu con la memoria de los misterios que obró este Señor siendo niño. Cuando estaba conventual en nuestro convento de Valencia, muchas noches le pedía al sacristán las llaves de la sacristía, y cuando ya estaban recogidos los religiosos en el silencio mayor de la noche, se encerraba a solas dentro de ella, y sacando la imagen de talla del Niño Jesús le encendía luces, le quemaba pevetes, traía fuego con el incensario, y de rodillas la incensaba con mucha reverencia; ya con grande afecto le besaba los pies, ya las manos; y tomando confianza su amor, le besaba el rostro, diciendo mil alabanzas y tiernos requiebros, y se encendía su alma toda en su amor y todo venía a parar en júbilos de su espíritu y en dulces y tiernas lágrimas que destilaban sus ojos de su corazón abrasado del fuego del amor de su Dios niño. Con estas M azonería, talla de cal y piedra. 93
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