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Dios niño. Y era esto con tal extremo, que como lo declaró una vez a la hermana Francisca López (de quien ya hemos hecho memoria), que en sola una cosa no se podía mortificar, que era en viendo la imagen del Niño Jesús, dejar de darle muchos y dulces besos, porque con su vista se le bañaba todo de gozo y ternura el corazón. Y no se extrañe esto como ajeno a su mucha modestia, que la imagen de Cristo niño le representaba la verdad de su divina presencia y los regalos que había gozado visiblemente con las hermosas vistas de su presencia corporal en figura de niño hermoso; y esta memoria de que le acordaba su imagen, le sacaba fuera de sí; y las acciones amorosas que ejercitaba en ella, si bien parecían ajenas de la modestia, no eran sino redundancia del gozo de su espíritu, que no cabiéndole en el pecho salían fuera en amorosas demostraciones, que los circunstantes las notaban y él no las advertía por la abundancia de la suavidad de su corazón, cumpliéndose así lo que dijo David de los justos en el salmo 144: Memoriam abundantiae, suavitatis tuae eructabunt, et iusticia tua exultabunt ; manifestarán en lo exterior la memoria de la abundancia de tus dulzuras se gozarán de tu santidad y justicia; que a la letra lo vemos cumplido en el P. Fr. Eugenio, que la memoria de la abundancia de las dulzuras que había gozado con las vistas corporales de Dios niño, viendo su imagen, le enajenaban y sacaban fuera y sin poder disimular, rompía exteriormente en estas amorosas y tiernas demostraciones, que si este Señor en su divinidad es grande y digno de toda alabanza, como dice el mismo David: Magnus Dominus et laudabilis nimis, hecho Niño es sobremanera amable, roba los corazones y los afectos de todos, dice el P. S. Bernardo: Parvus Dominus et amabilis nimis. Y no era mucho que representándose en su imagen la verdad del amor de este Señor, le mostrase aún exteriormente el que de este Señor despertaba en su alma, que lo manifestase en las acciones del cuerpo. Predicó una cuaresma en la villa de Algemesí; estuvo hospedado en casa de Onofrc Bleda, hermano de nuestra Orden, y él y todos los de su casa muy devotos y muy cristianos. Estuvo el P. Eugenio tan retirado toda aquella cuaresma, que apenas les hablaba palabra ni le veían sino en el pulpito, siempre retirado y encerrado en un aposento como si estuviera en la mayor soledad, siempre en continua oración, en que le miraban siempre lo de aquella casa, acechándole por las rendijas de la 92
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