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cocina, donde sehacía estehumilde ejercicio; ypuestode rodillas se los besó con grande afecto, habiendo pasado antes usía humilde porfía entre los dos, resistiendo la humildad del P. Hilarión y la reverencia a tan gran prelado; pero venció su autoridad a sus humildes megos, significando el humilde prelado con esta humilde acción el concepto grande que tenía de la santidad del P. Hilarión y la veneración que todos los Padres Generales de su tiempo hicieron fie la suya, si bien todo eran motivos para que él sehumillase más. Con el oficio de Guardián del convento de Valencia, ejerció juntamente el de Maestro de novicios, que no estorbó a su humildad el haber sido tantas veces prelado mayor, y ejercitó este ministerio con el acierto y satisfacción que los demás, haciéndose niño con los niños; el que estaba hecho a ser padre de hijos ya criados y grandes, parece se había empleado toda su vida en este ministerio; criándolos con tanto amor y con tanto rigor que aquel desmentía a este, y lo recibían por afecto de la mucha voluntad que les mostraba; no se ha visto maestro que más mortificase a sus novicios, ni otro más querido de ellos que el P. Hilarión; no sabían estar un instante sin él. Hacíales fervorosas pláticas, y como estaba tan alumbrado en las cosas del espíritu, todas las suyas se enderezaban a comunicarles esta luz para que fuesen varones espirituales e interiores. Para esto les enseñaba cómo habían de mortificar las pasiones del alma, para que quitados los estorbos interiores se renovase el hombre interior y se estampase mejor en él la imagen del nuevo Adán, Cristo nuestro Señor. Para esto los aficionaba mucho al ejercicio de la oración mental como único y eficaz medio para llegar a la cumbre de la perfección de todas las virtudes. En esto ponía su mayor cuidado, enseñábalos cómo la habían de hacer con mayor provecho espiritual, dábales preceptos y reglas de mucha perfección, y examinábalos cómo se portaban en ella y de los afectos con que la ejercitaban. De esto les pedía cuenta en las pláticas, del afecto que cada uno había sacado en la oración. No les daba para ellos otra meditación que la de la pasión de Cristo, en cuya imitación está toda la perfección cristiana y evangélica. Criábalos con tañía mortificación y odio evangélico de sí mismos, que les solía decir que los criaba para mártires de Cristo, por cuyo amor habían de perder sus vidas con grandes tormentos. Y en las pláticas preguntaba a cada uno el linaje de 69
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