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Era devotísimo de la Virgen nuestra Señora; celebraba sus fiestas con afecto grande, y sus vigilias con penitencias de disciplinas y ayuno de pan y agua, costumbre célebre de toda nuestra Religión; singularmente mostraba mayor afecto de devoción a la fiesta de la inmaculada Concepción de esta Señora. Una vigilia suya, antes de tomar a comer al refectorio, le llamaron a la portería unas personas de obligación, cuya visita por ser prelado no pudo excusar. Mientras estuvo con ellas, tocaron a comer ehizo la comunidad la disciplina que es costumbre hacerse antes en el mismo refectorio; despedidos los caballeros entró en él, y viendo ya a los religiosos de rodillas en tierra que comían el pan y agua, como si hubiera sido delito suyo haber faltado en tal día al principio con la comunidad, postrado en tierra dijo con grande fervor su culpa de su descuido y de poco devoto a la Inmaculada Concepción de la Virgen, hizo una disciplina muy fervorosa en las espaldas que movió a lágrimas a la comunidad; después se tendió en el suelo del refectorio y dijo se levantasen todos a pisarle la boca en pena de su culpa, que era un mal religioso poco devoto de la Virgen. Los religiosos, pasmados, se estuvieron quedos por el respeto que le debían como a su prelado; él mandó que le pisasen la boca, y que no se levantaría de allí hasta que lo hubiesen hecho; hiciéronlo llorando, edificados de tanta humildad y del afecto tan grande que mostraba a la Concepción de la Virgen, y muy contento se levantó y se puso a comer pan y agua con los demás. Vino el año 1609 el M. R. P. Fr. Jerónimo de Castelferretti, Ministro Genera! de la Orden, a visitar esta Provincia. Llegó dos días antes que los Padres Definidores a nuestro convento de Segorbe, para recibirle y darle la bienvenida. Era el P. Hilarión uno de ellos, que en verle se alegró como si viera a un san Hilarión, abrazólo e hizo con él otras demostraciones de alegría y veneración; dijo fueran a lavarse los pies (oficio de caridad que usan nuestros prelados con los religiosos huéspedes cuando llegan de camino, a que asiste toda la comunidad, y les besan los pies después de haberlo hecho el prelado); llamó el P. Genera! al portero y Sedijo le avisase cuando lavasen los pies al P. Fr. Hilarión. No podía saber el portero el por qué lo quería saber, fue y avisólo. Levantóse entonces el P. General con mucha alegría diciendo: “Vamos a besar los pies a! santo español”, y bajó de su celda a la 68
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