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En las visitas escuchaba con espera grande a los religiosos; si le decían algo que necesitaba de castigo y remedio, no daba luego crédito a la primera información, suspendía el juicio y secretamente inquiría la verdad y procedía según ella. Visitaba las oficinas y no permitía en ellas cosa que ofendiese a la santa pobreza o simplicidad de la Orden; no consentía provisión alguna, aun de las cosas necesarias, sino para pocos días; donde las hallaba mandaba diesen parte a otros conventos que sabía estaban faltos de ella. Singularmente mostraba celo grande del culto divino y que los ornamentos sagrados fuesen pobres, pero muy limpios, sin consentir en ellos cosa superflua, curiosa y de valor; decía que de permitir lo poco, poco a poco, se viene a lo mucho. Fi nalmente, de sus visitas y santo y prudente celo, quedaban los conventos más reformados y los religiosos con tanta paz y tan contentos, que al despedirse de ellos, todos se querían ir tras él, llorando de sentimiento de que se les fuese. Visitó las tres Provincias siempre a pie, aunque estaba ya viejo, con un compañero religioso lego, a quien tenía ordenado no llevase nada de comida ni bebida para el camino; decía que mejor le iba en los caminos con el cuidado de Dios, que con el suyo y de sus compañeros. Acabado de ser Provincial de las tres Provincias, luego se volvió a esta de Valencia, a quien mostró siempre grande afecto y en quien deseaba vivir y morir; y agradecidos los de ella al suyo, ya que no le podían tener Provincial por estorbarlo la Constitución, que acababa de serlo los tres años que ella ordena, le hicieron su Guardián dos veces del convento de la Sangre de Cristo de Valencia, primero Definidor de la Provincia y Maestro de novicios,108 honrándole con todos los honores, no de los que merecía y el deseo de ellos pedía, sino de los que por entonces estaba capaz. Pero él cuanto le honraban más, tanto más se humillaba y se tenía por inferior a todos. Todos los días salía al huerto con los religiosos al ejercicio y trabajo de manos y aunque ya viejo y después de haber sido tantos años prelado mayor podía excusarse, no lo hacía, y ya que le faltaban las fuerzas para cavar, con una azadilla escardaba las hierbas. Esto tuvo lugar en el II C apítulo P ro vincial (V alencia, hacia e l 12 diciem bre 1608) y en el n i C apítulo Provincial (V alencia, 18 mayo 1609). 67
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