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con ellos; y Dios después que le trajo a la Orden, después de sus primeros años, siempre le quiso prelado hasta que murió, para que fuese ejemplo de prelados y mantuviese con su santo y prudente gobierno el sublime estado de la Religión; y por la experiencia y buen acierto del suyo, decía el M. R. P. Fr. Jerónimo de Castelferretti siendo Ministro General, que no dudaría de dar su voto al P. Fr. Hilarión de Medinaceli para General de toda la Orden; tanta era la capacidad, espíritu seráfico y vida ejemplar del P. Fr. Hilarión, y tal la fama que de su gobierno había en la Orden, que un prelado de los mayores que ha tenido, lejuzgaba digno de la suprema dignidad de ella. Todas estas virtudes y luz tan grande en los buenos aciertos de su prudente y celoso gobierno, le venían de la oración y trato continuo y familiar con Dios. Habíase propagado en España nuestra Religión, y dado principio con la fundación de la Provincia de Cataluña; y como hubiese esperanzas ciertas, de lo bien que había sido recibida en aquel Principado, de dilatarse en más Provincias en los demás reinos suyos, se fueron escogiendo de las de Italia los mejores y más ejemplares suje­ tos para este intento, y los enviaron a la de Cataluña para que de ella como de madre saliesen a la fundación de las demás. De los escogidos de la Provincia de Palermo, fue uno el P. Fr. Hilarión de Medinaceli, y entre todos el más señalado en virtud y de mayor opinión. Llegó a Cataluña, y no poco ilustró los principios de aquella Provincia con el ejemplo de su seráfica vida, señalándose con los de la suya entre tantos y tan grandes Padres como florecían en ella en santidad. Tan notoria era la suya, que los Padres de su Provincia, cuando le enviaron a la de Cataluña, escribieron a los Padres de ella que les enviaban en segundo san Bemardino. Su ejemplar y evangélica vida era lo que más calificaba sus méritos, como se vio en la elección que se hizo de su persona para propagar la Religión en el Reino de Valencia. El M. R. P. General de la Orden, Fr. Jerónimo de Sorbo, a instancia del excelentísimo señor don Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia y Patriarca de Antioquía, con parecer del Capítulo General, envió orden al P. Provincial de Cataluña que entonces era el P. Juan de Alarcón, para que con el parecer de los Padres Definidores de su Provincia, enviase algunos religiosos a 63

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