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Nació el P. Fr. Hilarión en Medinaceli, ciudad antigua y nobilísima en bastilla, y mucho más noble por ser el título con que más se honran sus duques. Fue del nobilísimo linaje de los Heredias, ilustre entre los más ilustres de España; siendo mozo fue paje de los duques de Medinaceli, y después, siendo virrey de Sicilia, su gentilhombre. Y dándole Dios un desengaño de las vanidades del mundo y una luz clara de los bienes eternos y unos deseos grandes de ellos, se resolvió para conseguir éstos, dar de mano y despreciar aquéllos; y para que esta su resolución fuese más verdadera, con que de una vez dejase del todo al mundo y de veras sirviese a Dios, juzgó no había medio más eficaz que abrazar el instituto de los Capuchinos. No dilató mucho su ejecución, antes solicitó con ansias el ser recibido ai gremio de la Orden; y conociendo nuestros Padres sus buenos deseos y tan gallarda resolución en querer ser recibido a la Orden en tierras extrañas y tan distantes de España su patria, y dar de mano un mozo a las comodidades, honras y regalos de palacio, trocándolo todo por un saco humilde y vida tan penitente, tuvieron por de Dios su llamamiento, y le recibieron a la Orden en el número de los de! coro, por ser perfecto latino y haber estudiado ya leyes y cánones, con nombre de Fr. Hilarión de Medinaceli. Abrazó tan de veras nuestro instituto, ajustándose tan perfectamente a las leyes de la Religión, que su vida adornada de todo género de virtudes era admiración a los demás y aún a todos ejemplo. No había entre los demás novicios otro más humilde, más obediente, más fervoroso y penitente; muy frecuente en la oración y a iodos los actos comunes, muy amigo del silencio y del retiro y soledad de la celda, con grande mortificación de sentidos y una composición exterior tan religiosa, que robaba e! corazón y los ojos de los que le miraban. Descubríanse ya en él grandes dones de naturaleza y de gracia, y unos pronósticos de que había de ser grande hombre en la Orden y de que había de tener grande nombre en toda ella. i rofesó la seráfica Regia, y viéndose obligado de su observancia no le embarazaban Sos preceptos de ella; fáciles le parecieron tedos. Por adquirir el espíritu de sus evangélicos consejos era tod.o su cuidado; y fue tan grande el que en esto puso, que en pocos días no se miraba en él 60
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