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todos sus ejercicios particulares de virtud, contento sólo con los de Dios, cuyo gusto sólo buscaba en los suyos; y buscando el desprecio de todos, por huir de la estimación, jamás se pudo saber de su boca los años de su edad, ni ios que tenía de Religión, porque sabía que la intención de los que se lo preguntaban era para saber ios que había perseverado en servicio de Dios; y porque no se estimase su virtud, no quiso jamás dar de los suyos noticia a nadie. Su vida toda la empleó en servir a ¡os demás en los ejercicios del estado humilde de lego en la cocina, en !a huerta, en ¡a enfermería, y en hacer la limosna; y en los últimos años de su vida, cuando ya su edad no le permitía servirlos en estos ministerios, se empleaba en demotar toda la lana, necesaria para ¡a oficina donde se labran los sayales para el vestuario de los religiosos de toda esta Provincia, y él solo daba recaudo a ocho religiosos que trabajaban todo el año de continuo en ella. A los prelados tuvo mucha veneración, obedeciéndolos pronta y alegremente en cuanto quisieron mandarle; y por su grande obediencia y vida ejemplar, en lo que le ocuparon más toda la vida fue en el ministerio de pedir la limosna, pareciéndoles que la suya no era justo quedase escondida dentro de la clausura del monasterio; de cuyo ejemplo se seguía tanta edificación a los de afuera; y tanto crédito a la Religión dióle siempre grande, dentro y fuera, con grande mortificación y modestia religiosa. Los pies descalzos siempre, sino los últimos los de su vida, cuando pasaba de los noventa, entonces comenzó a usarlas. Sus pláticas con los seglares todas eran de Dios, para que tuvo gracia singular y luz del cielo; hablaba de cualquier punto espiritual, de la oración y demás virtudes como el que también estaba ejercitado en ellas, y de la luz que Dios le comunicaba en la oración; y de lo que hablaba era más por práctica que por especulación. En ponerle en pláticas que no fuesen de Dios, aunque fuesen de cosas indiferentes, la respuesta era el espiritualizarlas, con tanta destreza, que admiraba cuán aparejado estaba siempre, que parecía prevención cuidadosa verle responder y convertir en espiritual la plática que no lo era; y con tanta sal como si de aquella materia se le hubiera hecho la pregunta. Pero siempre estaba prevenido él, que siempre tenía lleno y rico el tesoro de su corazón de Dios; y de la abundancia del suyo, hablaba su lengua, y sus pláticas todas eran de edificación y provecho espiritual de los próji­ 191

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