BCCCAP00000000000000000000162

con sus palabras; tan pobre, que se dudó si en su tiempo hubiese otro en toda la Religión que le ganase en serio más. Ni hubo avaro con mayor sed de riquezas que el P. Fr. Pedro de pobreza; en competencia parece iba en que no íuesen mayor la de nadie. No tuvo en toda su vida más que un solo hábito a su uso, ni mudó otro, ni usó otro nuevo, sino el primero que le vistieron ese conservó, cincuenta y siete años que fue capuchino, sustentándole y reparándole siempre, con remiendos viejos, que habían servido a otros; estrecho y corto, la cuerda con que se ceñía, era también como el hábito, toda remendada, y casi cubierta de pedazos de cuero. Lo mismo era de los panos menores, viejos austeros, y cargados de remiendos, que se podían tener en pie como si fueran de madera; y para decirlo de una vez, jamás tuvo a su uso cosa nueva, ni otro le ganó en llevarlo más pobre, ni aún los que 5o son por necesidad vistieron más pobremente que él. Sin dispensar consigo, ni aún cuando tenía más de cien anos, las sandalias que a este tiempo le mandaron que llevara ios prelados, eran tan viejas y remendadas que habían perdido la primera forma y se quedaban con 1a de los remiendos. No llevaba cosa sobre sí en que no resplandeciese la santa pobreza; con ella vivía, comía y dormía como compañera suya inseparable; amábala con tanto afecto que cuando topaba desechado en el convento, lo llevaba a su celda y lo hacía aprovechar. La suya estaba llena de remiendos viejos, de suelas viejas, y de instrumentos viejos, y los que lo habían menester allí lo hallaban; su celda era la de la santa pobreza; otra que ella no se miraba en la suya. Si en la huerta topaba palillos o sarmientos, los recogía y llevaba a la cocina. No había en sus ojos cosa que más estimase ni en su corazón joya de más valor, preciándose en estas como en las demás virtudes de verdadero hijo del seráfico Patriarca de los pobres, nuestro Padre, que la estimó tanto que la solía llamar firme fundamento de su Religión, y riquezas mayores de la suya, sobre que tanto aseguró su hermoso edificio que en cuanto no le faltare este firme y seguro fundamento no faltara. La pobreza evangélica no es menor humilde que pobre, antes no fuera pobreza evangélica si no íúera humilde, y la humildad pobreza; la una y la otra se tienen por indignas de honras y desprecian los bienes temporales. Al paso que fue pobre el P. Fr. Pedro, fue humilde; y huyendo la opinión llevaba mucho cuidado en esconder a los ojos de 190

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz