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primer convento, cuyo trámite nos describe con escrupulosa minuciosidad en sus cartas. Luego que san Lorenzo terminó en España sus asuntos y embajada, el P. Severo volvió a Madrid y entró a formar parte de aquella comunidad, quedando agregado definitivamente a la naciente Provincia. Desde entonces fue muy notable la parte que tuvo en la propagación de la Orden en Castilla y en Andalucía con su influencia y asimismo con su cooperación personal. No fue ciertamente el P. Lucena insigne predicador; no estaba dotado, al parecer, de grandes cualidades oratorias; pero, aparte de sus muchas virtudes, era excelente consejero y poseía el don de gentes, que en aquellos primeros tiempos de expansión y fundaciones fue de grandísima utilidad. Tenía mucha amistad con el duque de Lerma y con otros personajes notables e influyentes, y no sólo estaba emparentado, sino que era hermano de D. Sebastián de Tobar, uno de los secretarios de Felipe II, que lo será también de Felipe IV. Todo ello hacía del P. Severo un hombre experto en la tramitación de los negocios, sagaz para llevarlos a cabo, finamente diplomático y poderosamente influyente para conseguir favores y gracias, lo que aprovechará en bien de la Orden. Uno de sus mayores deseos era precisamente verla propagada también en Andalucía. Una ocasión magnífica se le vino de improviso a las manos. En 1613 se presentaba en la Corte un caballero antequerano con pretensiones de conseguir el hábito de Santiago. Muchas dificultades surgieron, pero al fin de cuentas se alcanzó tal favor, gracias a la influencia del P. Lucena con el duque de Lerma. Aquel caballero cumplió la promesa de gestionar la fundación de capuchinos en Antequera, cuya posesión se tomó en octubre de 1613 por el P. Severo de Lucena y el P. José de Linares. Asegurada aquella fundación, trabajó incansable hasta conseguir lo propio en Granada, y con tanto éxito, que el 24 de junio de 1614 podía tomar ya la posesión. [... ] 185

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