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ejemplo y solicitud. Discurrió después por Francia e Italia, y habiendo vuelto a dicha ciudad y enfermado de riesgo en ella, conoció que le llamaba Dios a patria más segura y dichosa. Recibió los santos sacramentos de la Eucaristía y Extrema-Unción con sumo gozo y tranquilidad de su espíritu. Dictó pocas horas antes de expirar una carta para don Sebastián de Tobar, su hermano, secretario del Rey, significándole con admirables cláusulas el consuelo con que salía de esta vida. Dispidióse de los religiosos y de otras muchas personas que se hallaron presentes, causando en todos sus palabras grande edificación y ternura. Y después de haber oído la pasión de nuestro Señor Jesucristo en el evangelio de san Juan que pidió le leyesen, lleno de fe, de esperanza y de caridad, salió de este siglo día 20 de enero de 1624, que dedica ia Iglesia al invicto mártir san Sebastián. Apenas expiró, cuando empezaron a celebrar su felicidad con lágrimas y elogios, así los domésticos como los seculares, que movidos por superior impulso acudieron luego al convento, desde el menor hasta el mayor de la ciudad y comarca toda, a ver y venerar el santo cuerpo y a solicitar alguna prenda que hubiese merecido el contacto a él. Fue tan grande el número de gente que concurrió, que sobre haberse dictado el entierro espacio de dos días, fue necesario para no dejar desconsolada la devoción de muchos que no pudieron entrar en ia iglesia donde estaba expuesto el cadáver, sacarle en procesión por fuera de la ciudad, resonando alegres gemidos y tristes alegrías de los que por una parte se gozaban en tan dichoso tránsito, y por otra lloraban la pérdida de varón tan esclarecido. Depuso después fray Hermenegildo de Montblanc, su confesor, religioso docto y de singular espíritu, que era entonces Lector en el convento de Antequera y fue después Definidor de la Provincia de Cataluña, que había sido asistido fray Severo en su enfermedad con muy particulares favores del cielo, en que se le habían manifestado tan soberanas cosas que no era la lengua suficiente para explicarías. Reveló también que había oído el enfermo una suave voz, que saliendo de entre inefables luces le dijo: No temas, que serás salvo, con ¡a cual se llenó aquella alma de tan inmenso gozo, que insensible por él a los penosos accidentes de su dolencia, sólo sentía no acabase ya de llegar el término último de la vida, y con él la posibilidad de ver a su Dios. 183
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