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cuando pensaba tenerle entre los suyos, daba el santo Niño un salto y se le ponía más lejos, mirándole con el semblante muy risueño, que despertaba en él mayores ansias por abrazarle. Corría hasta él con ímpetu grande, y estando ya cerca, cuando le parecía que ya le tenía, le miraba ya más lejos, aguardándole para dejarse prender de él, y retirándose cuando le iba a dar alcance. Duraron estas santas porfías un buen rato, y el Niño Dios se le desapareció, dejando lastimado y herido de su belleza el corazón dei P. Fr. Narciso. Que para que creciesen más sus deseos y se dilatasen más sus afectos, se le mostró hermoso y con aquellos retiros santos tantas veces le abrazaba con los suyos cuantas le fue a echar los brazos, y no quiso le apretara visiblemente con los suyos, sino invisiblemente con los de su corazón. Esto afirmó el P. Fr. Juan de Alicante, sacerdote de nuestra Orden, que se lo había referido el mismo P. Fr. Narciso confesándose con él, y ¡o testificó después de su muerte. Doña Brianda Frígola, mujer de don Juan Villarrasa, grandes devotos y bienhechores de nuestra Religión, vino un día a oír misa a nuestro convento de Valencia; traía consigo un hijo pequeño, de edad de cinco o seis años, que se llamaba don Vicente Villarrasa. En la misa que oyó, salió a comulgar el P. Fr. Narciso. Yendo otro día después a su casa, como lo solía hacer muchas veces, en viéndole el niño, huyó de él y se escondió, cosa que jamás había hecho; antes, todas las veces que se llegaba él, y el P. Fr. Narciso le hacía muchas fiestas. Hizo su madre que le llamasen, pero no hubo remedio que saliese mientras estuvo allí el P. Fr. Narciso, diciendo que no quería ir, que se le comería el P. Fr. Narciso. El cual habiéndose despedido de ella, hizo que le trujeran al muchacho, y preguntándole por qué había huido del P. Fr. Narciso, res­ pondió que porque no se le comiese; que el P. Fr. Narciso se comía los chicos; que el otro día había visto que se había comido en la misa un niño. Pasmóse la madre, y la inocencia del niño hizo diera crédito a lo que acababa de decir su hijo, e hizo mayor estimación de la santidad del P. Fr. Narciso, a quien el mismo Cristo visiblemente se mostraba en forma de niño a una inocente criatura, cuando se le comunicaba en el Sacramento, para manifestar la pureza e inocencia de niño del que le recibía, y del amor grande con que le amaba a él siendo niño. 170

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