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septiembre de 1609 la Crida de la expulsión, un grupo de barones se reunió para examinar la situación, y acordó enviar a la Corte un delegación para explicarle al rey su oposición. Por su parte, la medida del extrañamiento (eufemismo para designar la expulsión), fue decididamente apoyada por la alta aristocracia, sumamente endeudada en este momento por los censales, aprovechando la pérdida de sus vasallos para librarse de pagar los réditos de los préstamos hipotecarios, actitud que fue favorecida por el rey y significó la ruina de la burguesía prestamista, al caer en bancarrota la especie de banco de Valencia: la Taida de Canvis, en 1613. La crisis económica surgida de la expulsión de los moriscos se agravó aún más en el reinado de Felipe IV (1621-1665), pero esto ya queda algo lejos de los tiempos de la llegada a Valencia de los primeros capuchinos. de 1608 y 18 de enero de 1609). Pero el principal problema de gobierno, que requirió toda la energía y capacidad de Caracena, fue el extrañamiento de los moriscos valencianos. Consumados cautelosamente los preparativos - apercebimiento de tropas y barcos- el virrey promulgó el famoso bando de 22 de septiembre de 1609, en cumplimiento de la real carta de 4 de agosto, decretando la salida de los cristianos nuevos. Sucesivas disposiciones reglamentaron la magna operación, que constituyó -técnicamente- un completo éxito, evitándose el temido levantamiento general, reducido a la rebelión de la Muela de Cortes, rápidamente vencida. Los otros dos trienios se vieron absorbidos por las primeras y gravísimas consecuencias de la expulsión, dedicando Caracena los mayores esfuerzos a la difícil puesta en marcha de la repoblación y a la restauración de la Taula de Canvis , tras la quiebra de 1613. El momentáneo aplastamiento del bandolerismo y el presunto desarme de los cristianos viejos (propiciado por la severísima pragmática de 26 de abril de 1613) fueron los mejores logros en cuanto a la pacificación del Reino. Concluido su gobierno, impecablemente de­ sempañado desde el ángulo de los intereses de la monarquía, fue recompensado con la presidencia del Consejo de Ordenes y con sendas plazas en los Consejos de Estado y Guerra. (Gran Enciclopedia, Hl, 26). 1 5

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