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contado en esta vida. Este caso sucedió como está aquí escrito, y lo refirió de la misma suerte muchas veces a nuestros religiosos el mismo Jusepe Pía, que viendo [...] tan grande y tan manifiesto, y cuán bien se 1o había pagado Dios, que no sólo no había gastado nada, sino que aún le había dado más por su buena voluntad, que emprendió la obra a su costa de otro convento para Religiosas Descalzas de S. Agustín, y lo acabó con toda perfección, y ¡e dotó coa algunas rentas y trajo las religiosas, y es uno de los mejores y más recoletos conventos que tienen en este Reino estas señoras. Y lo pudo hacer muy bien este señor, que estaba muy rico, y Dios no le dio jamás hijos. Con estas maravillas acreditó Dios la santidad del P. Fr. Narciso, a quien ellas y la honra del oficio que tenia de Guardián obligaron a que se humillara más. No fue prelado para mandar a sus súbditos, sino para servirlos a ellos; él hacía lo que les había de mandarles a ellos; ¡os oficios más humildes no permitía los hiciese nadie; él barría y fregaba las ollas y platos de la cocina, y aún él cuidaba de todo la limpieza de la oficina de la humildad, no sólo de lo alto, pero aún de 1o bajo de ella. Cuando tenía Sos capítulos de culpas a Sos religiosos, jamás se levantó en pie; de rodillas les escuchaba, y él hacía con ellos las penitencias que les daba; acudía con todos a todos los actos de comunidad, y en el coro cantaba con ellos las divinas alabanzas. Mientras duró la fábrica de aquel convento, encomendó por algún tiempo el cuidado de la cocina al P. Fr. Alonso de jijona, que entonces aún era corista. De la pitanza de camero que cada día enviaban los devotos para el convento, se les daba también a comer a los oficiales seglares que iban a la obra. Un día no la envió el que la solía enviar, y esperando que viniera no encendió fuego e¡ P. Fr. Alonso en la cocina, y ya muy tarde bajó a eila el P. Fr. Narciso, y dijole: “¿Qué tenemos?”. Respondió el Padre: “Hasta ahora no han traído la pitanza” . “Vaya vaya, alabemos a Dios que él lo proveerá, dijo él; encienda fuego en el homico, que yo quiero hacer hoy la cocina” . Despidiólo y se quede solo, cerrada por dentro la puerta. El P. Fr. Alonso dijo a los religiosos: “No tenemos hoy qué comer, no han traído la pitanza, el P. Guardiár. está solo en la cocina, no sé qué nos dará de comer”. A su hora hizo tocar al refectorio, y lo que no había hecho otra vez, él mismo quiso 167

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