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lugar a la divina gracia, y si ésta te desamparase, te quedarás en tu impenitencia” . Partióse, pues, el caritativo prelado, continuando las súplicas a la divina misericordia por aquella alma que dejaba en tanto peligro. Pero como estas súplicas nacían de principio tan noble, no quiso Dios que se malograsen, y conociéndolo así el P. Gregorio por luz particular del cielo, apenas había caminado un limitado cuarto de legua, cuando volviéndose al compañero con notable alegría, le dijo: “Muy presto, Padre, ha de remediar Dios a aquel religioso”. Sucedió así, porque herido de verdadera penitencia el corazón del inobediente, buscó al Guardián, y lleno de lágrimas le pidió le diese licencia para ir en busca del Provincial, y pedir le perdonase el cometido crimen y por él le impusiese saludable y condigna satisfacción. Alegróse mucho el Guardián, y queriendo ser compañero de acción tan del gusto de Dios, alcanzaron ambos al insigne prelado. Arrojóse a sus pies el ya reconocido súbdito, besábalos y regábalos con copiosas y tiernas lágrimas, confesando a voces su culpa y pidiendo de ella misericordia. Levantóle en sus brazos fray Gregorio, llorando tanto de regocijo, como el súbdito de dolor. Hizo el Provincial amorosas gracias a la piedad divina, porque no menospreciando sus ruegos, había librado a aquella alma del cautiverio de Satanás. Esforzó y consoló con cuerdas y suaves voces al penitente, diciéndole que no le admiraban las caídas, que él hubiera incurrido con mayor gravedad si Dios le hubiera desamparado; pero que le pedía no olvidase el sumo beneficio que Dios le había hecho por las oraciones de sus hermanos. Mandó al Guardián que se restituyese luego al convento y recrease a los religiosos por suceso tan grande y útil al ejemplo de toda aquella comunidad. Volvió el ya reconocido y reconciliado súbdito a ponerse a los pies de su prelado, pidiéndole la penal penitencia en que había incurrido y a cuya ejecución se ofrecía con humildísimo rendimiento. “Me edificas con él, respondió al varón santo, ahora no es tiempo, para en adelante haré acaso lo que me niegas, así por tu consuelo y mérito, como por la pública satisfacción que uno y otro debemos dar” . 153

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