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nación del Rey. Así se efectuó, y seguidamente comenzó a gobernar el P. Iluminado con carácter de Comisario. Hizo luego la visita, usando de mucha amabilidad y muestra de buen talento, procurando atraerse las simpatías de todos, lo que logró efectivamente. Pero, cuando así corrían las cosas, el P. General, Pablo de Cesena, enterado de lo ocurrido, se presentó en España y se encaminó rápidamente a Madrid, a donde llegó a fines de enero o principios de febrero de 1617. Visitó seguidamente algunos conventos y convocó el Capítulo que tuvo lugar en El Pardo el 1 de marzo. En él fueron elegi­ dos cuatro definidores; se designaron Guardianes y se distribuyeron las familias conventuales, siguiendo de Comisario el P. Iluminado. Pero no se puede bien encarecer cuán desgraciado Capítulo fue éste y lo que se fue originando de mal por no haber atendido el P. General al consuelo común de la Provincia que sólo se libraba en darles Provincial, por el recelo que había de que la querían tener otros tantos años en semejante suspensión... Las elecciones se hicieron pacíficamente pero quedaron los ánimos escocidos mucho y generalmente con desconsuelo toda la Provincia, y más viendo en el proceder del P. General un desabrimiento y aversión conocida contra aquellos Padres que trataron más eficazmente de esto. [... ] Una vez que el P. General se ausentó de Castilla, el P. Iluminado cambió radicalmente de conducta, trocando la fingida mansedumbre de un principio en rigor absoluto y rígido gobierno. [...] Fueron sin embargo tales los descontentos, los improcederes, el mal carácter del P. Iluminado y los malos tratos dados a los religiosos, y asimismo las quejas que continuamente se daban contra él, que por fin varios religiosos tomaron la decisión de acudir al Rey. Entre otros el propio P. Serafín habló a S. M., exponiendo lo que pasaba y suplicándole diese un despacho para que el P. Iluminado marchase de Castilla y se nombrase otro religioso para gobernarla. [... ] 141

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