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que gustaba de las delicias celestiales, y abrasaba cada vez más su corazón en el amor de D ios y del p ró jim o , y en la devoción a l Augus tísimo Sacramento y a la Santísima V irgen. No pudiendo ya celebrar la santa misa se hacía lle va r cada día a la iglesia para participar del pan de los ángeles y para a s is tir a cuantas misas se celebraban, lo que hacía con ta l devoción que movía a no pocos seglares a dirigirse a nuestra iglesia para asistir a las misas que él escuchaba. El amor a Dios había crecido de ta l manera en su corazón que parecía que no podía proferir otras palabras que éstas: "Con amor y por amor" con las cuales manifestaba con toda claridad cuán tierno e intenso era su amor hacia el Sumo Bien. Acudían los principes y los Grandes de España tanto seglares como eclesiásticos y estimaban su gran dicha de poder escuchar sus razonamientos espirituales, besarle el hábito, y recibir de él la bendición sacerdotal. Es más, por dos veces se acercó a visitarlo el mismo rey, permaneciendo solo en su habitación, y encomendándose él y su reino a sus oraciones. Y fue cosa admirable que los cortesanos en vez de envidiarle una ta l suerte, se expresasen con estas palabras: el P. Serafín tuviera los pies sanos, como tiene la cabeza, sería el amo del rey. Sin embargo, él estimaba en poco las visitas de los hombres; es más, aborrecía los honores que se le hacían; por ello se preocupó por obtener del rey católico la licencia para transferirse a Alicante con el pretexto de tomar los baños, que se creían saludables para la gota y la parálisis. Aunque el rey católico tenía una gran estima por el P. Serafín, y apreciaba mucho sus consejos, amando mejor tenerlo vivo y alejado que presente y difunto, la concedió la licencia, e incluso le asignó como limosna mil monedas de oro, a fin de que la utilizara para la construcción de una celda en la que pudiera permanecer cerca de los baños. Aceptó el pobre religioso los efectos de la munificencia real. Pero en vez de emplearlos en su propio consuelo, con licencia del rey, los utilizó en la fábrica de los conventos de la Provincia de Valencia. Fue grande la alegría de todos los religiosos de esta P rovincia a l ve r de vuelta entre ellos al P. Serafín, al que consideraban no sólo como fundador, sino que lo amaban como padre. Vivió en Alicante um año
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