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daban lugar a besarles el hábito y los más se ponían de rodillas para hacerlo. En poco tiempo se extendió por toda la Corte el buen nombre de los capuchinos, y en toda ella fue igual su estimación. Encargaba muchas y muchas veces el P. Fr. Serafín a los religiosos lo mucho que importaba para gloria de toda nuestra Religión que se diese buen ejemplo en aquella Corte, que era un mundo abreviado donde siempre se hallan gentes de todas las naciones de todo el mundo, y que el darlo en sola ella era edificar a todo el mundo y ganarle en todo él gloria grande a la Religión. Estos gloriosos principios dio el P. Fr. Serafín a la fundación de aquel nuevo convento con que le dio a la nueva Provincia de Castilla. Dejándole en este estado, volvió a visitar como su Ministro Provincial la de Valencia, y celebrar en ella Capítulo y elegir nuevo Provincial, para que desembarazado del gobierno de ésta atendiese sólo al de la de Castilla, de quien era Comisario General. Celebró el Capítulo y dejó por Ministro Provincial al santo y venerado P. Fr. Eugenio de Oliva, y dio la vuelta para Madrid. Aquí trató de propagar la Religión con la fundación de nuevos conventos. El primero que procuró fue en la universidad de Alcalá; solicitó su autorización en el Consejo real, que no le costó menores dificultades que la del de Madrid, pero con su buen modo y perseverancia obtuvo lo que deseaba, y se fundó el segundo convento de aquella Provincia en aquella misma universidad, y quiso ser Patrona de aquel convento la señora duquesa de Terranova. El segundo'34 quiso la Majestad de nuestro católico rey Felipe III que se fundase en el Pardo, donde las personas reales tienen su deporte para la caza, y de éste es Patrón su Majestad. El cuarto se fundó en la insigne y antigua ciudad de Toledo, y fue su Patrón el Eminentísimo cardenal el señor don Bernardo de Rojas y Sandoval, arzobispo de Toledo. El quinto se fundó en la insigne ciudad y universidad de Salamanca; su patrón fue un caballero que habiendo servido a su Majestad muchos años en las guerras de Flandes, quiso emplear el premio de sus servicios en la fundación de este convento. Me parece que se trata de un despiste en la numeración de Antonio de A li­ cante. En realidad, es el tercero. 120

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