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virreyes en su tiempo de este Reino; y con el favor de estos príncipes con quienes tuvo mucha gracia, en poco tiempo se fundó y estableció esta Provincia, y por el cuidado e industria del P. Fr. Serafín se fundaron los más de sus conventos. El título mayor que hace sea su memoria perpetua y merecedora de toda alabanza, es haber sido el P. Serafín padre y maestro del espíritu seráfico y evangélico de esta Provincia, pues la engendró con su ejemplo y doctrina en la pura observancia de la seráfica Regla, dándola leyes y documentos de la mayor perfección y disciplina regular, estableciendo en ella el divino culto, para que de día y de noche se le diesen a Dios en el coro y en la iglesia sus divinas alabanzas, en el adorno y aliño de los altares, si bien pobre pero muy limpio y curioso, que fue extremadamente solícito, castigando con rigor las faltas que en esto advertía. Fundóla también en extrema y seráfica pobreza, procurando que esta piedra preciosa campease en todas sus cosas: en los edificios de los conventos, que fuesen pequeños, bajos y humildes, y cortas sus oficinas, estrechas sus celdas, y cubiertas de cañas; los hábitos estrechos y cortos, de sayal grosero y basto, remendados de saco y de otros remiendos viles; en grandes mortificaciones y penitencias, en los capítulos de las culpas, en descalcez, perpetuo silencio y retiro; y sobre todo en oración mental, como el más principal y más firme fundamento de la capucha. Sobre que fundada, crece en hernioso y perfecto edificio cada día y como tenía experimentado que en ella estribaba toda su perfección, y que fallándole este fundamento caería toda la suya, de ella eran todas sus pláticas, para aficionarlos a su ejercicio. Criaba también a sus hijos en la mortificación del hombre exterior, para que fuesen ejemplo de composición al mundo, con que vistos en las calles, se llevaban los ojos tras sí de todos y ganaban mayor estimación y crédito a la Orden. Con toda esta perfección crió el P. Serafín los primeros hijos de esta Pro vincia, siendo su primer Maestro de novicios, que después la han gobernado, sustentando el espíritu y perfección con que los crió, que hasta hoy día dura por la gracia de Dios y por los buenos fundamentos que echó en su zanjas, con su ejemplo y doctrina este su primer padre y maestro de su espíritu. Y no fue mucho prendiese y echase tan hondas raíces esta divina semilla y creciese tan en breve en árbol tan extendido que dio copioso 112
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