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de Oria. Haciéndose al mar para tomar el golfo de León, y sobrevínoles tan grande tempestad que les obligó a retirarse al puerto de Colibre con pocas esperanzas de salir de allí tan presto, porque la borrasca no paraba. Suplicó el P. Fr. Eugenio al señor don Martín le hiciese favor de mandarle poner en tierra, pues por su consuelo deseaba decir misa en una parroquia de San Juan que estaba una legua de allí, donde siendo Guardián de nuestro convento de Perpiñán había predicado una cuaresma. Hízolo con mucho gusto el señor don Martín, y como ya hu biese conocido la virtud del P. Fr. Eugenio, de su mucha modestia y en su conversación espiritual, confiado en sus oraciones le dijo: “P. Provincial, encomiéndenos a Dios en la misa, para que nos dé buen tiempo para proseguir nuestro viaje; que estamos en este puerto con peligro grande de no salir de él en mucho tiempo, si no para la tempestad” . Don Pedro de Toledo por otra como ésta se detuvo aquí ocho meses con ocho galeras, en que se murió la mayor parte de la gente que llevaba en ellas, y temía el mismo trabajo si Dios no le daba buen tiempo. Ofreció hacerlo el P. Fr. Eugenio; saltó en tierra con fray Cosme de Lodi, también de esta Provincia; llegaron a la iglesia de San Juan, y luego se fue a la buscar una imagen del Niño Jesús, con quien el tiempo que predicó allí la cuaresma se había reglado y consolado su espíritu muchos ratos; y en esta ocasión se entretuvo y regaló mucho con él, derramando muchas y muy tiernas lágrimas de devoción. Dijo misa, y en ella pidió a Dios les diese buen tiempo para que las galeras hiciesen viaje; y estándola diciendo, calmó el viento de repente con igual y general gozo de todos. Tuvo por cierto el señor don Martín había sido esto efecto de las oraciones del P. Fr. Eugenio. Y vuelto a su galera, le preguntó para más certificarse a fray Cosme de Lodi a qué hora había dicho misa. Respondió que a las diez y media. “A esta hora, dijo él, calmó el viento. Dios nos ha hecho merced por las oraciones de esta santo Padre; él es santo varón, y tengo por milagro de las suyas esta favor singular”. Confirmóse en esta opinión con otro prodigio no menos admirable, hecho por las suyas a su misma persona. Con el buen tiempo se hicieron a la vela las galeras y pasando el golfo, como fuese invierno, 107
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