BCCCAP00000000000000000000162
ni haberle encerrado en la sacristía; y fue necesario, el tercero día, que el virrey enviase los soldados de su guardia, con cuya ayuda se le pudo enterrar con mucho trabajo, honrando Dios la virtud de su siervo muerto, que él, vivo, tanto había procurado ocultar a los hombres; que como él viviendo sólo había procurado la gloria de Dios, de la suya, Dios le quiso pagar después de muerto con honra de todos los de esta ciudad, moviendo los corazones de todos para que honrasen su cuerpo como de amigo suyo; y fuese esta honra testimonio indubitable de la gloria que en el cielo había dado a su alma .119 Manifestó también la suya con el de muchos milagros que obró con las partículas de su hábito. Entre todos es digno de memoria el que obró en el P. Maestro Redona, religioso de nuestra Señora del Carmen. Padecía una tan grave enfermedad de esquinencia , 120 que ni respirar le permitía, y muchas veces se tuvo por ahogado. Cuantos remedios le aplicaban los médicos eran sin provecho, con que juzgaron estaba su vida en manifiesto peligro. Hallábase con una partícula del hábito del P. Fr. Egcnio, y aplicóla a la garganta con mucha fe, suplicándole le ayudase con Dios con su intercesión en tan grande trabajo. No se había aún apenas acabado de encomendar a él, cuando echó por la boca una grande cantidad de escamas, y se vio al mismo punto libre de la enfermedad y peligro de la muerte; y en agradecimiento del favor recibido vino a nuestro convento de Valencia y dijo una misa en la capilla donde estaba enterrado el cuerpo del P. Fr. Eugenio, y en memoria perpetua de él, dejó colgada en ella una tablilla en que estaba pintado este milagro. En el lugar de Nules conservaba hoy en día un hermano de nuestra Orden, que se llama Bonora, un dedo entero de una mano del P. Fr. Eugenio, cubierto de la carne y pellejo y con su uña, como cuando era Todos estos acontecimientos de la muerte del P. Eugenio de Oliva se parecen mucho a los que acompañaron la muerte del sacerdote Francisco Jerónimo Simón, uno de los máximos representantes del iluminismo en Valencia, en 1612. Véase “Simó y Villafranca, Francisco Jerónimo”, en Gran Enciclopedia, X I, 29. Es decir, de anginas. 103
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz