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volver al de Játiva, donde era Guardián el P. Fr. Jerónimo de Valencia, a quien en llegando dijo: “Ya el fin de mi carrera está cerca; ya el Señor me quiere llevar para sí de esta vida, y quiere muera en Valencia, Provincial”. “A esta cuenta, (dijo el P. Guardián), no le quedan sino tantos días de vida”; que eran los que quedaban hasta el día para el que había citado el Capítulo. Respondió el P. Fr. Eugenio: “No me quedan más” . Estaba presente a esto el P. Vicente de Calig, religioso nuestro, que le dijo: “No se entenderá el morir V. C. Provincial de esta vez, que aún lo será otra, y entonces se cumplirá lo que V. C. dice de su muerte” . “No, respondió él, que de esta vez se entiende” . “ Pues dice V. C. que ha de ir a Valencia, le dijo el P. Guardián; no está V. C. para ir a pie; yo buscaré con que vaya a caballo, aunque se pague” . Dijo él: “No quiero en ninguna manera que se pague; si no se halla quien me lleve por amor de Dios, déjelo estar, que yo confio que Dios proveerá quien me lleve” . Estando en esto llamó el portero al P. Guardián, diciendo había llegado de Valencia al convento el señor don Vicente Belvís, (de quien hablamos poco ha). Bajó el P. Guardián y le dijo: “¿Dónde se encamina V. M., señor don Vicente?” . Respondióle él: “Cierto, P. Guardián, que si he de decir la verdad, yo mismo no sé donde voy; no hemos tenido hoy consejo (era tesorero de su Majestad), y he tomado el coche y me he venido por acá sin saber a qué” . “Yo se le diré a V. M., dijo el P. Guardián; aquí tengo enfermo a su amigo de V. M. el P. Provincial, y me ha dicho ha de morir tal día en Valencia; y Dios le trae a V. M. para que le lleve en su coche” . Mostró gran sentimiento el señor don Vicente con tal nueva, por el amor grande que tenía al P. Fr. Eugenio, y por la falta que había de hacer a la Provincia. Y vuelto al P. Guardián le dijo: “Sin saber dónde iba, he venido sin parar estas nueve leguas de Valencia a aquí y ahora veo me ha traído Dios, no por otro fin sino para que lleve a Valencia al P. Fr. Eugenio; y como si me hubieran dicho a qué venía, no vengo más que yo y no traigo en el coche sino un colchón y dos cestillas de dulces para un enfermo. Esta es providencia de Dios”. Subió el P. Guardián a decirle esto al P. Fr. Eugenio, y en oyéndolo, más alegre de lo se que puede decir, se levantó sentado sobre 100

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