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5 5 cías p o r un acta más d e caridad qu e d e autoridad. Pido a María SS. le ilumine. A V. C. le p ierd e d e sd e muchos años una idea, o m ejor, un c om o espon táneo sen tim ien to d e su ciencia, d e su talento, de sus estudios, este sentimiento, casi sin n o tarlo, se le ha ido aumentando ante las alabanzas de sus oyen tes, d e Padres m eno s ins truidos que V. C. y d e seglares, alabanzas que eran tanto más fatales para V. C. cuanto qu e estaba destituido de aquella ex terior y pueril vanidad que a v e c e s p o r ¡as extra vagancias d e palabras y de Actos llega a desengañar (humillando) al m ism o vanidoso. El casi inconscien te orgullo d e V. C. y su idea d e suficiencia, ciencia y experiencia le hacen en su corazón com o un trono d e superioridad científica y moral sob re sus h e r manos y aun sob re sus Superiores, a quienes casi sin advertirlo cr ee m u y inferiores a V. C. Por esto se le ve a veces hablar con tanta majestad com o un oráculo que echa sen tencias, p o r e so en ciertas cartas suyas ha y expresiones d e suficiencia, altivez y deci sión impropias de su edad, condición , y de la sumisión y humildad cristianas. V. C. hablando fácilmente y casi fatalmente, ha d e exh ibir sus conocim ien tos sociales, filo só ficos, po líticos y ha cer ostentación d e su saber; e s to entusiasma la ju ven tud , y cuando dura p o c o le granjea a V. C. aplausos hasta d e h om bres serios, p e r o si dura mucho, si continúa demasiado hablando d e todo, y juzgando d e todo, luego vienen p e i ^ n a s s e s u d a y discretas que deploran qu e en m ed io d e tanto bueno , haya esta suficiencia y tanta tendencia a ser oráculo. Sus m e jores am igos que tenía en Roma cuando V'. C. vino hace d o r e o más años, notaron con tristeza esa tendencia, y se d e cían: ¡Cóm o no conoce el p o b re Padre que n o es este el lugar de echar sentencias y de hablar com o en una cátedra con p e rs o n a s qu e debería reputar m u y superiores a él en ciencia y experiencia! Estas palabras en sustancia oí, y después cada día vi cuánta verdad encerraban. Esta suficiencia doctrinal y experimental ha pu esto a V. C. en mal camino d e in sumisión religiosa. No hablaré d e sus escritos publicados en Pamplona sin ninguna d e aquellas condiciones que ¡as sabias le y e s d e la orden prescriben , ni d e los severo s ju i cios qu e m erecieron d e aitos persona jes sus exh ibiciones d e tai g én ero . V. C., en su idea de su va lor científico-social, d e sd e en ton ces em p e zó a creer en em igos y p e r s e gu idores su yo s a los qu e n o se rendían a todas sus ideas y opiniones. Su prurito d e s a b i o le llevó, com o a muchos llamados s a b io s del p re sen te siglo ,a escog er en tre las op in iones sociales y hermenéuticas, ¡as más atrevidas, que sin ser genera lm en te erro res, son n o obstante peligrosas para el vulgo escolar y clerical. V. C. n o supo com p ren d e r qu e es una vanidad d ep lorab ¡e la d e los erud itos qu e buscan discurrir d e un m o d o nu evo , o qu e demasiado fácilmente hacen suyas las opiniones atrevidas, o que salen del común m od o de hablar y sentir de los autores más reputados. Siguiendo e se pi'urito publicó su P a c ific a c ió n s o c ia l con el n om b re d e la religión a u n q u e s e c u la r iz a d o y p o r tanto s in l ic e n c ia d e la O r d e n . Yo no h e sido jamás duro para V. C. ni sev ero para sus opiniones, p e r o le aseguro con la sinceridad d e hermano qu e le ama, que aquel libro necesita correcciones y explicaciones; n o h a y en él, que y o sepa, errores doctrinales rigurosamente tales, p e r o h a y un sabor, un conjunto d e tendencias que n o hacen sino com p roba r lo que h e notado . Y e s te m i juicio, no es só lo m ío, es, en tre otros, d e un grande sabio p ersona je español qu e V. C. y todos los españoles resp e ta m o s mucho, lo es de los más sabios Padres de la Curia Generalicia que lo leyeron . Caro P. Cayetano, n o s e fíe d e lo s e lo g io s d e la p r e n s a n i h a g a m u c h o c a s o d e a p r o b a c io - n e s .Lasserre, el ilustre historiador d e Ntra. Sra. d e Lourdes, las tuvo (para un libro) numerosísimas y con todo fue condenado p o r la Sta. Sede. En las aprobaciones ha y con frecuencia demasiada complacencia en los censores, a veces no se lee el libro, otras v e ces d e corrida. Su libro algo corregido era útil. D e lo d icho V. C. deducirá qu e este p o b r e P. Caiasanz, qu e ha tenido el disgusto d e ser reputado p o r V. C. com o enem igo, n o le tiene a V. C. p o r hereje, ni p o r escritor d e errores y disparates. Lo juzga sí necesitado d e un amigo sincero que en tre lo m u
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