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1 4 echados, y destinados a la provincia de Santa Marta a continuar en ella las conquistas espirituales, mas con tanto rigor, que no merecieron la justa equidad de que se les asistiese con los frutos y utensilios que tenían en Maracaibo, y necesitaban para principiar como de nuevo su apostólico ministerio en la pobre y exhausta provincia de Santa Marta. Todo lo dicho es cierto por la relación o representación (citada) po que está entre paréntesis se debe a otra mano], principalmente en los números 17 y 18. Aunque nuestra santa Provincia quedó sin el territorio de Maracaibo, como queda dicho, no cesó su fervoroso celo de enviar misioneros hijos suyos a la provincia de Santa Marta, del Valle de Upar, Río de la Hacha, donde quedó establecida su misión. Así, en el año 1755 envió un Visitador para la misión, y aprobado por el Real Consejo, el cual fue el P. Juan Francisco de Torrente, lector de moral que había sido en la Provincia, y por su secretario, el P. Fr. Antonio de Alzira, que había sido vicario en la misma. En el año 1760 envió una misión compuesta de doce religiosos hijos suyos, y fueron los siguientes: el P. Fr. Ambrosio de Bélgida, ex-guardián, el P. Fr. Félix de Masamagrell, el P. Fr. Francisco de Mosqueruela, el P. Fr. Domingo de Castalia, el P. Fr. Diego de Museros, el P. Fr. Benito de Benicarló, estos tres últimos opositores a las Lecturas de la Orden, el P. Fr. Cirilo de Caudete, el P. Fr. Rafael de Morella, el P. Fr. Domingo de Agullent, todos predicadores, el P. Fr. Manuel de Montesa, el P. Fr. Atanasio de Masamagrell, quien murió en Cádiz antes de embarcarse, y el P. Fr. Agustín de Vistabella, que por enfermo regresó a la Provincia.

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