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Por este tiempo -nos referimos a 1776- formaban la comunidad 17 frailes, de ellos 11 sacer­ dotes, 4 hermanos no clérigos y 2 estudiantes, cuyo Guardián era el P. Fidel de Calomarde. (Archivo del Reino de Valencia. «Ollería». Leg.: 414). En la conservación de los conventos y la pervivencia de sus comunidades, es común denomi­ nador el hecho de haber tenido que soportar épocas difíciles -exceptuamos, lógicamente, el horror del primer tercio del actual siglo- como las atrocidades de la invasión napoleónica, las Cortes de Cádiz y el Liberalismo, la Exclaustración... El Convento de Ollería fue asaltado y saqueado por el ejército francés. Cuando se restableció la paz, los frailes quisieron regresar pero la Constitución de Cádiz -(1812)- lo impidió. En suce­ sivas alternativas, se les autorizó o se les desterró, hasta tener que recurrir esta comunidad a refugiarse, como agregada, en 1822, al Convento de Segorbe. Abolida la Constitución, pudieron reintegrarse a este su convento, gozando de relativa paz, hasta la definitiva expulsión general de las Ordenes Religiosas en 1835. Cabe reseñar, como nota de interés, que el Convento de Ollería fue «Colegio de Misioneros» desde 1816 hasta 1822. Dentro del período de la Exclaustración -25 de octubre de 1824- se firmó un decreto en Valencia por la autodenominada con el pomposo título de «Junta Superior de Bienes Naciona­ les» cediendo el Convento de Ollería al Ayuntamiento de la población para destinarlo a Lazare­ to. Por esta misma época, y en sucesivas subastas, la huerta conventual fue subastada, y así permanecieron las cosas hasta el año 1886 en que, atendiendo a la voz del pueblo de Ollería, volvió a recuperarse el convento, gracias, sobre todo, al eco que se hizo el Venerable Padre Luis de Massamagrell. Nos lo cuenta él mismo. "A últimos de este año 1886, los vecinos del pueblo de Ollería (Valencia) solicitaron con grandísimo interés la restauración del antiguo Convento de Capuchinos de dicha población; pero el Provincial, Rvdmo. Padre Joaquín de Llevaneras, pensando en que por la pobreza del lugar no podrían mantenerse bien los religiosos, se mostraba reacio en acceder a la petición.

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