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C O N V E N T O D E A L I C A N T E ( 1 5 9 9 - 1 8 3 5 ) En el p roceso de asen tam ien to y posterior desenvolvim iento de nuestros primeros conventos, la historia se ha ido rep itiendo de manera sistemática, como un calco, en cada uno de ellos. La iniciativa po r parte del P. N icolás Factor y del arzobispado Juan de Ribera, la influencia decisiva de éste sobre la clase dirigente en favor de los Capuchinos, la acogida en tusiasta del pueblo, los acon tecim ien tos que sacudieron los siglos XVII al XIX: la peste, las guerras, los vaivenes po lí­ ticos, y, como resaca de ello, el acoso y las intrigas de los Ayuntam ientos de signo liberal. En medio de todo ésto, la piedad, la austeridad, el espíritu de servicio y el aposto lado popu lar de los frailes. A licante, no se libró de este m ismo devenir. Al con trario de o tras fundaciones, en las que la iniciativa partió del P. M edinaceli, fue esta ciudad, en la persona de su M agistrado, la que «teniendo noticia de la v irtud y santidad de los relig iosos Capuch inos, quiso tenerlos también, al igual que los tenía ya Valencia y o tras pob la­ ciones». No fueron fáciles, no obstante, las primeras gestiones para establecerse, deb ido p rinci­ palm en te a las presiones de los frailes de O rito y de Altea ejercieron sobre algunos m iembros del Consejo de la ciudad, que lograron, en un prim er intento, se desistiera de tal fundación. La decid ida y rápida intervención del Conde de Benavente, entonces Virrey de Valencia, hizo cam ­ biar de signo al Consejo, con gran satisfacción del pueblo, incluso dándole la opo rtun idad al P. Medinaceli de escoger sitio para la ed ificación del convento. El lugar escogido fue «extramuros de la ciudad, cerca del cam ino que va desde A licante, po r X ixona, a Valencia, a d istancia de una pequeña m illa». En ese m ismo sitio se erigió una cruz -19 de noviembre de 1599- y se abrieron los cim ien tos, colocándose la primera piedra el día 8 de diciembre del m ismo año. «Durante las obras del convento hasta que pudieron albergarse en él los religiosos, a su term inación , se hospe­ daron en una casa que se hallaba detrás de la Iglesia mayor de Alicante». El en tusiasm o popu lar en favor de esta fundación fue tal que llovieron las ayudas de todo tipo, hasta el punto que un año después -finales de 1600- tanto el convento como el templo conventual 83

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