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E L C O N V E N T O D E A L B A I D A San Juan de Ribera deb ió conocer al detalle -por sí m ismo o a través de informaciones p rec i­ sas- tanto los lugares como las necesidades de todo orden, como A rzob ispo en su diócesis, y en su territo rio , como Virrey. Así se explica la elección de determ inados lugares para residencia de «sus» frailes, como lugar de oración y centro de su apostolado. C iertamen te que no lo dejaba al azar. A ten iéndonos a la ubicación de la primera residencia -en realidad, la fundación- hay que decir con urgencia que los frailes no se establecieron defin itivam en te en el lugar que ocupa -ocupaba- el convento prop iam en te dicho y su templo, sino en una erm ita, no sin antes haber andado y desandado fatigosam en te por estos cam inos en busca de un a sen tam ien to adecuado. In icialm en ­ te el Padre H ilarión de M edinaceli, hombre clave en la realización del proyecto fundacional, se d irig ió con los frailes que le acompañaban, a la población de BELGIDA , «distan te de la Villa de A lbaida una legua pequeña» , con las cartas de recomendación del Patriarca para su Señor Ba­ rón, D. V icente Bellvis, «gran devoto de nuestro santo hábito». Asesorados po r él, les pareció m ejor estab lecerse en Albaida. Allá se dirigieron propon iendo los relig iosos sus deseos ante D. Juan A lonso M ilán de A ragón, Conde de Albaida. El Barón Bellvis in terpuso sus súp li­ cas y ofreció costear la fábrica del convento; pero fue tal el cúmulo de d ificu ltades e inconve­ nientes que manifestó el Conde, que el Padre H ilarión y sus acompañan tes se retiraron dando po r fracasadas, en este prim er intento, sus pretensiones. Por circunstancias providenciales y ex trañas el Conde hubo de retractarse de su terquedad y «encargando que, con la mayor breve­ dad, h icieran reg resar a los religiosos, a quienes alcanzaron aun no media legua de d istancia» les otorgó perm iso para la ficha fundación. Los Capuch inos eligieron, y así les fue o torgada por el Justicia y Jurados de la Villa, la erm ita de Nuestra Señora del Rosario, extramuros de la población. Dicha erm ita existe aún en la pedanía de ALJORF, en estado ruinoso, abandonada y rota po r el olvido. Una pena. Porque son «piedras 71

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