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los ju rado s de Massamagrell, el P. Hilarión de Medinaceli, com isario de la nueva fundación de la Provincia, erigió una cruz de madera en la plazoleta en donde se debía constru ir el temp lo con ­ ventual». Los frailes se instalaron provisionalmente en los anejos de la erm ita, dando com ienzo enseguida a las obras del convento, que, dos años más tarde (1599) quedaba casi term inado , siendo bendecido po r el obispo auxiliar del Patriarca, D. A lonso de Avalos. Las obras del convento fueron sufragadas enteramente por el A rzob ispo Juan de R ibera, así como, en parte tamb ién , las del templo conventual, cuya term inación se demoró excesivamente, dada la escasez de recursos de que disponían los frailes -en 1646, según datos fiab les, aún no estaba constru ido-, aunque muy probablemente, poco después de esta fecha, ya estaba en cond i­ ciones de ded icarlo al culto divino. El templo, tal como podemos contemplarlo hoy, es de arquitectura sencilla, muy en la línea de los templos clásicos Capuchinos, al menos en nuestra Provincia: Xátiva, A lbaida, Biar, etc... Tenía una especie de zaguán de entrada, que, años más tarde, pasó a fo rm ar parte del m ismo templo, para ed ifica r el coro «alto», como también se hizo, de común acuerdo, en otros conven­ tos. Al térm ino de las obras -"que debió de ser por el año 1650", al decir de las crón icas- se colocó en el frontis del templo conventual un retablo de azulejos representando a Santa María M agda­ lena, a cuyo pie se podía leer: «L lam ar puede a boca llena esta casa Noviciado Padre, al Serafín llagado y Madre a la Magdalena». En efecto, cuando apenas contaba el convento con un m ínimo de habitabilidad, se destinó a Noviciado. Pero, ante la masiva afluencia -sorprenden te afluencia; ya lo apun tamos con an te rio ­ ridad- de cand idatos a la Orden, se tuvo que recu rrir a amp liar el casi recién inaugurado conven­ to. Las obras se prolongaron por espacio de un trienio -(1608-1611)-. Los avatares de la historia