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chada el 5 de marzo de 1598 p idiéndole explicaciones. Una vez más -y todas- Felipe II llegó tarde. El nuevo convento de que se trataba era el de «La Magdalena» (M assam ag rell) que hacía casi un año que estaba fundado. El talante del Santo Patriarca y sus con fiden tes, además de la Divina Providencia, hicieron que la disposición real intentando b loquear la expansión de la O r­ den no tuviera efecto ni llegara a ser publicada. A más abundam iento, los acon tecim ien tos le ayudaron. Felipe II moría el 13 de septiembre de 1598. Este hecho y la sub ida al trono de su hijo Felipe III, cuya boda se iba a celebrar en Valencia -circunstancia que iba a aprovechar Ribera con una sagacidad excepcional- cambiaron las cosas de tal modo que supon ían la consolidación de la Fundación de los Capuchinos en el Reino de Valencia. Efectivamente, no perd ió el Santo una ocasión tan propicia como la que se le presentaba. La boda de Felipe III con Margarita de Austria se iba a celebrar en la Catedral de Valencia en la segunda quincena de abril de 1599. El Patriarca suplica al nuevo rey que dé su licencia. En atención a ello, el rey pide el parecer de sus lugarten ien tes, capitanes generales y arzobispos; podemos pensar cual era la respuesta del Santo Patriarca... Se celebró la boda, tal como estaba previsto, en la catedral, y a con tinuación el rey pasa algunos días en Denia. El Santo le esperaba, a su regreso, con un documen to elabo rado en todos sus pormenores para pasar a firm a -la del m ismo rey- en el momento más opo rtuno . Este docum en to original se conserva en el archivo provincial, carpeta 13, legajo 10, núm ero 127. El rey no regresó a Valencia, capital, porque tenía el proyecto, de dirigirse a Aragón directamente. Conocedo r el Santo de este propósito, y comprend iendo que puede perderse el fruto de sus an teriores gestiones en favor de los frailes, no espera más y sale al encuen tro del m onarca a quien encuen tra en la población de Silla. Allí la presenta la cédula real perfectam en te redactada. El Rey sólo tenía que firmar, como así lo hizo el 26 de agosto de 1599. Al «buen en tendedor» no se le puede pasar que esta petición de licencia po r parte del Patriar­ ca era el «precio» que ponía al real acontecim iento a cambio de un logro -la fundación de la Provincia Capuch ina de la Preciosísima Sangre de Cristo, de Valencia- al que se iba a llegar felizmente tras un cam ino erizado de d ificu ltades de todo tipo. Recoge el Patriarca la cédula real y se siente seguro contra toda adversidad frente a aquellos

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