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D. Francisco Sandoval y Rojas, Marqués de Denia, y entonces Virrey deste Reino, en que le mandaba Su M. que si los Capuchinos no habían fundado aún en Valencia, no diese lugar a ello», ya los padres habían recib ido posesión de un lugar al final de la calle de A lboraya, extra muros de Valencia; dicho acto fue el 24 de octubre de 1596, en el ja rd ín o huerto que desde 1592 había comprado para sí el Señor Patriarca; para ello el padre H ilarión de Medinaceli celeb ró la Santa M isa y p lan tó la cruz en p resencia del m ismo Santo Patriarca, del virrey, de la nob leza y de gran muchedumbre del pueblo. Se había sorteado esta grave dificultad, pero no po r ello se du rm ió la p ruden te vig ilancia y previsión de San Juan de Ribera. Inmed iatamen te empezó a preocuparse de la construcción del convento. Lo vemos dedicado, muy poco después, a hacer con toda atención los preparativos para la m isma, adelan tando ges­ tiones y celebrando con tratos, a fin de que los materiales necesarios estuv ieran a punto. Con todo detalle se estipu laban las condiciones en que se ha de realizar la construcción del convento, entre las cuales hay una en que se determ ina que sobre la puerta de la Iglesia se ha de pone r «un escudo de armas que al dicho PatriarchaA rgob ispo de Valencia parecerá» , que no fue otro que el que después adoptó él como propio, en lugar del fam iliar nobiliario, a saber, el cáliz y la hostia entre dos flameros, dando ya testimonio del carácter eucarístico de la fundación. Así llegó el d ía 7 de marzo en el que, alrededor de las cuatro de la tarde, en presencia del señor v irrey y su señora y de gran parte de la nobleza valenciana, el Santo Patriarca, con la solemnidad de la liturgia pon tifical, colocó la prim era piedra del Convento de Capuch inos, que desde aquel momen to se llamaría, po r voluntad expresa del fundador, de la Sangre de Cristo. Las obras, realizadas totalmente a expensas del Señor Patriarca, se llevaron a ritmo acelerado, pues al año siguiente, el día 2 de agosto, el m ismo San Juan de Ribera, revestido de pon tifical, llevó el Santísimo Sacramento a la nueva iglesia, la bendijo y celebró allí la p rim era m isa, a la que asistieron el señor virrey con su señora, la duquesa de Gandía, D.a Juana de Velasco, la nob leza y pueblo sin número. Podía quedar satisfecho el santo arzob ispo porque veía ya cum p li­ dos los deseos de su santo am igo el beato Nicolás Factor, dejando estab lecidos defin itivam en te a los Capuchinos en la capital del Reino de Valencia; en esta obra había invertido no menos de d iecisiete mil ducados. 36

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