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Por mandato de los Sres. Justicia y Jurados de la Villa deAlberique escriví lapresente Fran­ cisco Campostor, notario público de dicha Villa... C om o se ve a simple vista, a tenor de la exposición que el Justicia y los Jurados locales proponen al Rey, el motivo que indujo a los feligreses de la parroquia a procurar una fundación de religiosos Capuchinos fue estrictamente espiritual. El deseo de tener una mayor facilidad de acceder al sacramento de la penitencia y la posibilidad de recurrir fácilmente al con se jo rector de un padre espiritual compusieron las razones por las que las autoridades locales recurrieron a Carlos 11, pidiéndole su real permiso y la dispensa del ób ice que se oponía a la realización de tal deseo, por no mediar entre Alberique y L’ Alcudia la distancia de tres leguas entre conventos, requerida por la ley para poder eregir otra fundación conventual. El segundo aspecto, el que hace referencia a la poca disponibilidad del clero para oír confesiones, queda nítidamente reflejado en esta carta. Quienes la suscribieron pusieron de manifiesto que en la parroquia había c in co sacer­ dotes, el cura y cuatro más, de los cuales tan sólo dos atendían al confesionario. ¿Qué hacían los restantes?, puede preguntarse quien atiende a la razón expuesta por los feligreses de San Loren­ zo de Alberique. Si con ocasión de esta carta se recapacita sobre los documentos referentes a la parroquia de San Lorenzo hasta aquí aportados, se advierte una cierta desproporción entre la religiosidad del pueblo y el m odo de proceder de los clérigos. Aquel era piadoso y generoso con la Iglesia, sin embargo los sacerdotes, muchos de ellos hijos de Alberique y de familias acomodadas, sin ser escandalosos, esto tendría que llegar con el siglo X IX , no se desvivían por atender pastoralmente al pueblo. Al m ismo tiempo que las autoridades de Alberique, el definitorio de los Padres Capuchinos también se dirigió al Rey, solicitando su requerido permiso, para poder abrir el nuevo convento. Ante ambas solicitudes, el Rey pidió informes a su lugarteniente en Valencia, el Conde deAltamira, con una carta autógrafa, cuyo original, aunque bastante estropeado, todavía se conserva. Su texto d ice así: El Rey Ilustre Conde deAltamira, Primo, mi lugarteniente y Capitan General. Por parte de los Re­ ligiosos menores Capuchinos de la orden de San Francisco, de la Provincia de ese Reyno, se me

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