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Este es, precisam en te, el marco en que nos vamos a mover. El aspecto personal de los frailes y su hacer, como se ha dicho, marcaban un estilo. Un modo nuevo de en tender y testim on iar el Evangelio, lo más próx imo posib le al de Francisco de Asís, con el intento de hacer de la ORACION y la POBREZA las dos grandes fuerzas de su vida. La CAPUCHA de su indumentaria, reformada para conform arla al modelo que se atribuye, po r su simplicidad, al del Padre San Francisco, dará el nombre a este movim iento reform ista: CAPUCH INOS . Estaba cosido d irectamente al vestido -hábito- sumam en te áspero; todo ello producía un impacto de rigo r evidente. Usaban barba, posib lemen te como un signo más de austeridad, y probab lemen te como una costumbre heredada de los mon jes Cam aldu lenses con qu ienes convivieron en los primeros tiempos de crisis. La tonsura y los p ies descalzos com p leta­ ban la estampa de los nuevos franciscanos. La vida comun itaria se forjaba, después de una época vivida en erem itorios de precariedad extrema, en CONVENTOS , cuya fisonom ía inconfundible -un cuadrilátero con claustro inter­ no- los aproximaba a los habitáculos de la edad heroica del franciscanismo. Como es fácil comprender, no se llegó a este tipo concreto de fraile Capuch ino sin haberle p reced ido -no hay redención sin cruz- un torbellino de luchas y de incom prensiones, po r una parte, y ciertam en te también, de apoyos muy valiosos y de afecto, po r otra. Entre los años 1525 y 1619 -muchos años son...- la naciente O rden estuvo sometida a un vaivén de dudas; a un cúmulo de declaraciones pon tificias -el año 1534 fue tristísimo- desde el Papa Clemente VII a Pablo V No cabe, en una relación de esta índole, reseñar siqu iera los nombres de tantos personajes inquietos que de todos lados, comp licaron , esta es la palabra, un p roceso, en realidad muy lejos de los manejos humanos. A esta vocación providencial, y no meramen te humana, se debe el hecho feliz, no cabe duda, de que la refo rm a capuch ina no pa rez ­ ca tener un iniciador prop iamen te dicho; obedeció a una exigencia vital que repercu tía en todo el organismo franciscano con carácter de irresistible espontaneidad.

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