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nuestros templos conventuales, y han sido un foco de piedad para el pueblo, y han guardado secretos del amor delicadísimo, filia l, de nuestros frailes antiguos de manera especial, de nues­ tros hermanos legos. Ellos, durante el M ES D E M A R IA , en el que cada día, se reunía la comu­ nidad para cantarle y rezarle, -«Venid y vamos todos / con flores a María» -convertían su altar en una renovada primavera florida. Con las flores del huerto y las flores del RO SA R IO -que dicho sea de paso, lo rezaban todos los frailes en comunidad, además, todos los días del año-. L a Juventud Capuch ina , los estudiantes de Filosofía y Teología -al menos, en los últimos tiempos en que se cursaban estas disciplinas en nuestros conventos- han manifestado su amor a la Virgen -« LA RE IN A » - cada día dos de febrero con una elegancia y un enamoramiento juvenil maravillosos. Entre las manifestaciones profundas de este culto filia l a Nuestra Señora, anotamos que, al in iciar el Noviciado y adquirir un «nombre de religión», el segundo, siempre era «María». Los predicadores iniciaban invariablemente el sermón con el saludo, introducido por Francis­ co de Sevilla (+1617): Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altary la Purísima Virgen María, concebida sin mancha depecado original. Era el mismo que cada religioso debía decir al entrar en una dependencia u oficina donde hubiera otros religiosos. La afirmación y defensa de la tesis franciscana aparecía aún en las letrillas piadosas que presidían las dependen­ cias conventuales, glosando el saludo popular: Ave Purísima - Sinpecado concebida. Hubo celosos apóstoles de la Inmaculada. E l más notable fue el P. Justo de Valencia (+1750) que instituyó gran número de Cofradías en honor de la Virgen, tanto en Valencia y otras ciudades (Madrid, Cádiz) como en América (Santa Marta y Maracaibo), donde llegó en 1746, bajo el título de Diario de la Purísima. E l compromiso fundamental consistía en lograr que no pasara un sólo día del año en que el cofrade, en cada población, no dedicara la jornada a María. Publicó una Carta circular a todos losfieles católicos sobre el culto del misterio de laPurísima Concep­ ción (Valencia, 1742). Para estas congregaciones redactó unas Constituciones que fueron apro­ badas por Benedicto X IV en 1750. Su Novenario a la Inmaculada alcanzó incontables ediciones en los siglos X V I I I y X IX .

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