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L A N A C I E N T E R E F O R M A C A P U C H I N A Plan teado el problema de la naciente refo rm a Capuchina, así, en su más puro sign ificado , vamos, sin más dilación , a interesarnos por ello, primero en su presencia universal, general, para cen trarnos después más concretamente en lo que constituye nuestro principal propósito: La Provincia Capuchina de la Preciosísima Sangre de Cristo, de Valencia. El siglo XVI es para la fam ilia fundada tres siglos antes po r el Patriarca de Asís, si no to rm en ­ toso, al menos muy agitado, muy conflictivo -y hay que pensar en positivo en cuan to al hecho fundam en tal- a causa de su desbordante vitalidad y de su constante crecim iento. Nos hallamos frente al fenómeno de la vida, que po r un impulso interior y m isterioso, tiende a conservarse y d ilatarse, sin que se pueda encerrar en los estrechos lím ites de la inacción o de la invariabilidad. La m eta alcanzada en 1517 po r o tra rama del árbol franciscano, los Conventuales, (Ver: «La O rden de Frailes Menores Capuchinos». Montevideo, 1946. Cap. V. -pag. 79, n.° 15.) al adqu irir una personalidad propia, al margen de los Observantes, no fue definitiva, pues muchos espíritus sentían la necesidad imperiosa de una vida más ajustada al prim itivo ideal franciscano. A partir de esta circunstancia es cuando aflora la idea de una nueva reforma: los Capuchinos. LA PRESENCIA DE LOS CAPUCHINOS El impacto causado en el pueblo -incluyendo en esta palabra desde los estratos más llanos de la sociedad, hasta los más destacados- fue enorme. Unos y otros intuían algo en el nuevo rostro del franciscan ismo que se les presentaba, que no sabrían de fin ir en concreto, pero que veían en él el sello de lo auténtico. No importaba -ni entonces ni ahora- cuales habían sido las tensiones en las que se había gestado; estaba con claridad ahí y eso bastaba.

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