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ñero Amado de Benasa l. Ambrosio de V ina lesa , en Santa Fe de Bogotá. Agustín de B a rranq u illa -«Guare»-. Ernesto y Joaquín de A lbocácer. Diego A rró n iz , de Algezares, fundador esforzado de una obra social de relevante importancia: « E l Hogar del Niño», en Valledupar. Angel de Ca rca ixen t. José de Sueca. A lfredo deTotana. Los Prefectos Apostóli­ cos Eugenio de C a rca ixen t, G aspa r de O rihue la , Alfonso de Man izales. Tantos... E l acervo de estos logros en todos los aspectos de la vida social y del espíritu, ha sido recibi­ do, con la garantía de unos Capuchinos jóvenes y con vocación de futuro, presididos, en su primer Consejo Provincial por el P. Jorge A rcila , juntamente con Ju lio C é sa r Venegas, Alfonso M iranda , Ju an G u in a rt y G ilberto Castañeda. A P O S T O L A D O S O C IA L / P A R R O Q U IA L Tener o administrar Parroquias ha estado excluido de la legislación y en la práctica de la Orden hasta tiempos muy recientes, por ser un cometido propio de clero secular. Posteriormente, dada la creciente disminución del clero, se ha ido aceptando en todas las provincias este ministerio a requerimiento de los obispos. En clima de renovación pastoral a raíz del Vaticano II, las actuales Constituciones permiten que se acepte este servicio a la Iglesia, sobre todo en las zonas donde el Capuchino pueda dar mejor testimonio de minoridad y realizar al mismo tiempo su peculiar forma de vida y de trabajo en fraternidad. La Parroquia Capuchina abraza y condensa todas las formas de apostolado tradicional y moderno de la Orden: predica­ ción, confesionario, asistencia organizada a los pobres, enfermos y necesitados, las escuelas, asociaciones religiosas, etc. Es un extenso campo donde el Capuchino, vocacionalmente após­ tol, puede moverse holgadamente sin perder su fisonomía tradicional, tan querida y respetada por el pueblo, cuyo servicio asumió siempre la Orden. 2 1 2

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