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Queremos aducir, a modo de epílogo, algún ejemplo concreto, en las distintas épocas de la peste bubónica, protagonizado por nuestros Conventos de Ontinyent y Massamagrell. Como se sabe, los Capuchinos llegaron a Ontinyent en febrero de 1598. Apenas un año después de su llegada comenzó en esta población el fatal trienio de lapeste -(1599-1601)-, cuyo período más enconado fue el del año 1600. El cronista de laépoca anota en lengua valenciana: - «La otra comunidad religiosa que cumplió con sumisión -una fue lade los Franciscanos Obser­ vantes- fue la Capuchina, que precisamente había fundado en Ontinyent dos años antes. El co­ metido de los Capuchinos fue sobremanera encomiable. De ellos, dos eran «confesores», uno de los cuales, al tiempo que realizaba esta sagrada tarea, visitaba a los enfermos moribundos en sus propios lechos de agonía. Se servía para sus desplazamientos por la zona de una cabalgadura y era acompañado por un escolán y por un señor de Agullent, llamado Puerto». Curiosas puntualizaciones. En otro códice se lee: «Estos frailes Capuchinos ayudaron muy eficazmente en la terrible peste de los años 1599 a 1601, y porello, enenero de este último, el «Consell» les donó 75 libras como agradecimiento y para que las invirtieranen las obras de su convento»... «El año 1600 que fue el fuerte de la peste, se votó la Fiesta de San Cristóbal -titular de la ermita de los frailes- como Patrón contra este mal. Los frailes Capuchinos trajeron el manto de la Virgen de Agres, que fue sacado en procesión alrededor del pueblo en el mes dejunio». Del convento de «La Magdalena» de Massamagrell, tenemos el testimonio valiosísimo del Venerable P. LuisAmigó, siendo él Guardiándel mismo. Hablamos, naturalmente, del cólera de 1885: - «...dispuso el Señor que nos visitase la plaga del cólera, que en dicho año 85 hizo gran­ des estragos en toda España; y de tal modo invadió nuestro Convento de La Magdalena, que hubo día enque estábamos lamayor parte de lacomunidad en cama y se nos murieron de dicha epidemia cuatro religiosos». Esta epidemia, motivo de auténticos heroísmos que confirmaron muchos ejemplos de santi­ dad en el mismo pueblo de Massamagrell -recordemos que los frailes del convento se «ofrecie­ ron en masa» para atender a los apestados-, se cobró más de veinte mil víctimas, sólo en nuestra región. dos, atender a las parroquias o tomar el o fic io de sepultureros.

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